Cigarro en boca y botellín de agua a mano, Alberto Gancedo cose los rotos en una de las telas de las casetas. Él es uno de los empleados encargados del montaje y desmontaje, cada día del verano, de los 130 tenderetes próximos a la escalera 14. «Algunas tienen muchos años, pero la mayoría de las casetas son nuevas o seminuevas», explica. Su jefe, Manuel Díaz, llegó a San Lorenzo en 1985 para hacerse cargo del negocio. Cobran 280 euros por cada caseta alquilada durante el verano, un precio en el que se incluye el impuesto municipal. «Algunas de las que hay en la actualidad ya estaban aquí cuando llegué», explica Manuel. Ya son muchas décadas durante las cuales estos tenderetes multicolores han poblado el arenal gijonés. «Me consta que aquí llegó a haber unas 900 y creo que el hecho de que sean de diferentes colores es lo guapo», asegura Alberto.

Aida Fernández opina igual que Alberto. «Sin ellas, la playa perdería personalidad», afirma. Tanto ella como su amiga Pilar García viven en la población ovetense de Las Segadas, pero en verano se trasladan a Gijón y se sienten muy identificadas con la capital de la Costa Verde.

A ellas se une durante las charletas su amiga Ángeles Menéndez, que también vive en el concejo de Oviedo. «Hacíamos tertulias, pero también comíamos aquí y celebrábamos cumpleaños. Lo pasamos pipa entre estas casetas», recuerda. Ella viaja cada día que hace sol desde la capital del Principado hasta Gijón junto con su marido, Nicanor Rodríguez. Siempre realizan la misma operación: cogen el autobús en Oviedo y llegan a la villa gijonesa a media mañana, se toman un café y mientras ella pasa el día en las casetas que sus amigas tienen en San Lorenzo, él da una vuelta y lee los periódicos. Cuando cae el sol, se toman unas sidras en el barrio de La Arena y cogen el autobús de vuelta a su casa. «Gijón me encanta y está mucho más limpia que antes. En los años 40, si ibas con una camisa blanca te la tenías que cambiar al mediodía de lo negra que estaba. Ahora es una delicia», explica Nicanor, que, a pesar de ser carbayón, es un apasionado de la villa gijonesa y del Sporting. «De Gijón al cielo», sentencia con una sonrisa en la boca.