La perfección sobrevalorada

Bárbara Lennie.

Bárbara Lennie. / Beatriz Martínez

Beatriz Martínez

En su última y más ambiciosa película, la adaptación de "Los renglones torcidos de Dios", Oriol Paulo se acerca con suma prudencia a su objeto de estudio, que no se sabe muy bien si es la novela de Torcuato Luca de Tena o Bárbara Lennie. Y es que hay una absoluta admiración y reverencia por parte de su cámara hacia la actriz y eso hace precisamente que su estilo se transforme, sea más vivo (menos artificial), más sensible a la hora de captar al personaje y su entorno, es decir, los espacios que la envuelven (un hospital psiquiátrico) y sus habitantes (los enfermos mentales), configurando un microcosmos de lo más sugerente e incómodo. La intriga encuentra un equilibrio perfecto entre estilización y magnetismo.

Además, de manera subrepticia se cuela un discurso poderoso alrededor de lo viejo y lo nuevo que bascula entre la represión de las estructuras franquistas y la libertad de los tiempos que estaban por venir. Eso afecta a la ideología de la película, mucho más moderna, así como a la representación de las mujeres en la pantalla, más empoderadas frente a un modelo de hombre que estaba acostumbrado a ejercer su voluntad sobre ellas.

Sin duda se trata de un trabajo de adaptación titánico (el que orquesta Paulo junto al dramaturgo Guillem Clua), en el que se limpia y se destila no solo el lenguaje, sino también el substrato rancio de la novela a golpe de esteticismo pop.

Suscríbete para seguir leyendo