Las mentes más criminales de Estados Unidos, como Bonnie y Clyde o Al Capone, se han convertido en objeto de culto en un museo de Washington, donde se relata la historia «negra» del país y los esfuerzos por combatirla.

Las armas de Jesse James, las balas de Pancho Villa o el coche de Bonnie y Clyde, entre otros objetos, se pueden ver en el Museo Nacional del Crimen y del Castigo, que se inauguró el viernes y que recrea una historia muy diferente de la que cuentan los libros de texto.

Para empezar, el espectador desciende a las catacumbas de la historia para ver cómo en el siglo XVII los presos eran castigados con grilletes y ajusticiados en la guillotina o para conocer más sobre los juicios de «las brujas de Salem».

Los disparos del «lejano Oeste» preceden las historias de los forajidos más famosos como Jesse James y sus hermanos, que formaron la banda de asaltantes James-Younger, o los mismísimos hermanos Dalton.

Placas de sheriff, municiones, un típico saloon y hasta un árbol para ahorcar bandoleros completan esta sala que precede a los años de la corrupción, el estraperlo y la ley seca, cuando surgen los gángsteres.

Entre los rostros más conocidos para la policía y la prensa de la época están Frank Costello, Carlo Gambino, John Gotti, Lucky Luciano, y el más popular de todos ellos, Al Capone, que cuenta con una réplica de la celda en la que estuvo preso en Alcatraz. Entre los «buenos», destacan Edgar Hoover, el fundador del FBI, y el «intocable» Eliot Ness.