Los Príncipes de Asturias, don Felipe y doña Letizia, destinarán a fines sociales, sin especificar aún, la parte de la herencia que les corresponde proveniente del legado del empresario menorquín Juan Ignacio Balada Llabrés.

Como se sabe, Balada, quien falleció el pasado 18 de noviembre en la localidad balear de Ciutadella a los 69 años, dejó su fortuna -no cuantificada todavía a efectos testamentarios, pero de grandes proporciones- a los Príncipes, por una parte, y a los ocho nietos de los Reyes por otra (por supuesto, incluidas las infantas Leonor y Sofía). Entre todos les corresponde el 50 por ciento de lo legado; el otro 50 por ciento servirá para sentar las bases económicas de una Fundación de interés general que estará, según la voluntad de Juan Ignacio Balada, bajo tutela de los propios Príncipes de Asturias.

La Casa del Rey quiere evitar cualquier tipo de especulaciones y ha planteado el asunto con la lógica prudencia. No es un escenario fácil de gestionar. La decisión de Balada Llabrés fue una sorpresa incluso para las personas más cercanas al empresario, que aseguran que nunca había concretado el destino de su fortuna. No tenía hijos, pero sí dos hermanas, que ahora probablemente se planteen judicialmente la situación creada. Hay mucho dinero en juego.

Juan Ignacio Balada, hombre de convicciones monárquicas, introvertido, culto y muy trabajador, había logrado una situación económica de privilegio a través de distintos negocios, pero sobre todo con empresas y promociones inmobiliarias, y con operaciones financieras en Bolsa. Una de las promotoras, radicada en Barcelona, cuenta con un capital social de ocho millones de euros.

Según la ley Tributaria, la comunidad autónoma de Baleares, donde residía el empresario fallecido, será la gran beneficiaria de ese polémico testamento porque se llevará nada menos que el 68% de la herencia, ya que ésta rebasa los 797.000 euros. La decisión de Balada Llabrés se conoció el pasado 11 de diciembre, cuando su testamento fue abierto en la notaría de la localidad menorquina donde falleció.

Letizia Ortiz, Princesa de Asturias, se cubrió ayer el pelo con un pañuelo de seda y se descalzó como mandan los cánones en su visita a la mezquita mausoleo del jefe Zayed, el fundador de los Emiratos Árabes, país que visita oficialmente junto al Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón.

Tras permanecer unos instantes ante la sencilla tumba del padre de la patria, que creó los Emiratos en 1971 y que falleció en 2004 -a cuyos funerales asistió don Felipe- los Príncipes recorrieron a pie los treinta metros que separan el monumento funerario de la puerta principal de una de las mezquitas más modernas y emblemáticas del mundo. Acompañados por Ahmed Abdulá, autoridad religiosa que custodia el mausoleo, don Felipe y doña Letizia pudieron apreciar la inmensidad del templo, construido de mármol con remates de láminas de oro y estampaciones de piedras semipreciosas, y recorrieron la sala de oración de seis mil metros, en la que pueden rezar al mismo tiempo hasta 30.000 personas, caminando sobre la alfombra más grande del mundo.

Por la tarde, ya con tacones y traje de chaqueta de color, doña Letizia participó en una recepción a la colonia española en los Emiratos Árabes. Don Felipe inaugurará hoy la III Cumbre Mundial de las Energías del Futuro.