En el filme «Albert Nobbs», estrenado ayer, Glenn Close da vida a una mujer que se hace pasar por hombre, en una actuación que le ha valido una nominación al «Oscar». Un desafío interpretativo al que ya se enfrentaron en el pasado, con más o menos éxito, actrices como Katharine Hepburn, Julie Andrews o Hilary Swank.

Poder tener trabajo y sobrevivir en la difícil Irlanda del siglo XIX es el motivo que lleva al personaje de Close a cambiar su identidad durante más de 30 años. También fue la búsqueda de trabajo lo que motivó a Victoria Grant, interpretada por Julie Andrews, a falsear su sexo en la celebrada comedia «¿Victor o Victoria?» (1982) de Blake Edwards, logrando por ello un «Globo de oro» y una nominación al «Oscar», que finalmente no se tradujo en premio.

Quien sí se llevó el gato al agua en los premios de la Academia de Hollywood fue Hilary Swank por su papel en «Boys don't cry» (1999), basada en el caso real de Brandon Teena, una mujer homosexual que simuló ser hombre, con tal habilidad que engañó a varias mujeres hasta llegar a mantener sexo con ellas. Volviendo al asunto de la supervivencia, en el cine clásico de los años treinta destaca «La gran aventura de Silvia» (1935), donde Katharine Hepburn se escondía tras una apariencia masculina en su exilio de Francia a Inglaterra.

Pero las mujeres también se han disfrazado de hombres en el cine para reivindicar sus derechos. Lo hizo Yentl, personaje interpretado por Barbra Streisand en el musical de mismo nombre de 1983, con la intención de acceder a la enseñanza superior judía, que a principios del siglo XX estaba vetada a las mujeres en el pueblo de Europa Oriental donde se desarrolla la trama. Asimismo, la actriz Joyce Hyser, como protagonista de la comedia «Un chico como todos» (1985), intentaba conseguir, haciéndose pasar por hombre, aquello que le resultaba imposible. Situación que repitió Amanda Bynes en «Ella es el chico» (2006), con el propósito de ingresar en el equipo masculino de fútbol americano.

El espionaje también ha sido una excusa perfecta para cambiar de sexo, que emplearon en instantes concretos del argumento actrices como Cameron Diaz y Drew Barrymore en «Los ángeles de Charlie» (2000) o Angelina Jolie en «Salt» (2010).

Pero todas estas suplantaciones de identidad no tienen comparación con la magnitud del engaño que Liv Ullman llevó a cabo en el filme británico «La papisa Juana» (1972), metiéndose en la piel de una mujer que ejerció en secreto el papado católico en torno al 855 después de Cristo.

Otros ejemplo destacable lo encontramos en «La reina Cristina de Suecia» (1933), con Greta Garbo como monarca que huye de palacio disfrazada de hombre. Asimismo, hay actrices que dieron vida a personajes que eran hombres auténticos, como Linda Hunt en «El año que vivimos peligrosamente», que le valió el «Oscar»; Cate Blanchett en «I'm not there», interpretando a Bob Dylan, o Blanca Portillo en «Alatriste», como el malvado Fray Emilio Bocanegra.