Gemma CASADEVALL

La actriz Isabelle Huppert personificó ayer en la Berlinale el calvario de un cautiverio en nombre de Alá con «Captive», el filme del filipino Brillante Mendoza que se sumerge en la situación extrema de un largo secuestro en la jungla en manos de la guerrilla islámica Abu Sayaf. «No se trataba de actuar, sino de reaccionar. Rodamos casi sin guion, sin saber a qué lugar nos llevarían al día siguiente, dónde o cuándo oiríamos los siguientes disparos. Se trataba de sentir como siente un rehén», explicó Huppert, tras el pase del filme, anunciado entre los favoritos al «Oso» de Berlín.

A medio camino entre ficción y realidad, «Captive» reconstruye «desde una perspectiva múltiple y con un afán de fidelidad casi microscópica», según Mendoza, cerca de un año de secuestro en la jungla. Huppert, una voluntaria y misionera cristiana en el filme, forma parte del grupo de huéspedes de diversas nacionalidades de un resort hotelero filipino que cae en poder de ese grupo, casi por error, puesto que la banda pretendía capturar a rehenes más «valiosos».

Empieza para ellos un calvario, entre ríos infestados de sanguijuelas y acosados por los tiroteos del ejército, que combate a la guerrilla aparentemente sin miramientos hacia los rehenes. «Acabamos generando comportamientos casi de familia», apuntó Huppert, tanto en el trabajo del equipo como en las relaciones que se tejen y destejen entre capturados y captores, que la cámara de Mendoza registra como un parto en directo en las entrañas de la jungla.

El número de rehenes va menguando, sea porque se les libera tras cobrar el rescate del Gobierno de cada uno de ellos, sea porque se les liquida, ya que quedaron malheridos y no pueden seguir, sea porque mueren por disparos del Ejército enviado a rescatarlos.

Mendoza, premio al mejor director en el Festival de Cannes de 2009 con «Kinatay», traza un retrato desapasionado de unos terroristas islámicos que no se comportan como desalmados con sus rehenes, puesto que al fin y al cabo son su fuente de financiación. «Es un cautiverio brutal porque estamos hablando de una situación de guerra», explicó Mendoza, que sitúa el inicio de su secuestro unos meses antes de los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York, los ataques que dieron un vuelco a la perspectiva -también dentro del radicalismo- de la red de Al Qaeda.

El director Spiros Stathoulopoulos (Bogotá, 1978), presentó «Meteora», un filme bellísimo rodado en el monasterio ortodoxo del mismo nombre, con el que este grecocolombiano nómada quedó incluido entre los dieciocho aspirantes al «Oso» del festival. «Mi película se explica, tal cual, en la topografía de Meteora. Arriba, en la cima, estamos como colgados de Dios. Abajo, en el suelo, tomamos conciencia de lo que somos», explicó el cineasta a «Efe» en un aparte tras su presentación en la Berlinale.

En dos cimas gemelas, cada uno en su refugio espiritual, sitúa el realizador a sus protagonistas, una monja ortodoxa rusa -Tamila Koulieva- y su homólogo masculino -Theo Alexander-. Ella accede a las alturas de su celda con un rudimentario ascensor -una red accionada desde lo alto por una polea-. Él lo hace por la interminable y empinada escalera de Meteora.

Por otra parte, el actor británico Clive Owen se exhibió en la Berlinale como un impecable agente secreto en lucha contra el IRA, al frente de «Shadow dancer», un thriller fuera de concurso que aportó al festival el toque de distinción arquetípico del espionaje al servicio de Su Majestad. «Soy un agente secreto en conflicto con mis superiores y con mi misión, que cae en una peligrosa cercanía con el bando contrario», explicó Owen, quien asistió al festival acompañando al director del filme, James Marsh, y junto a su coprotagonista, Andrea Riseborough.