Roberto Enríquez, nombre real de Bob Pop, uno de los referentes más respetados del colectivo LGTB actualmente en España, ofreció estos días una conferencia online con motivo de la celebración del Orgullo Gay 2020. “No tengo ninguna nostalgia de banderas”, dice el subdirector del programa de televisión “Late Motiv”, de Andreu Buenafuente, al respecto de la polémica surgida en el país por el ondear estos días de la bandera arcoiris en varios consistorios españoles.

-¿Es tiempo de reivindicar banderas con la celebración del Orgullo? ¿Usted cree que una parte de la sociedad se ha apoderado de la de nuestro país?

-Sí, lo que pasa es que cuando decimos que unos se han apoderado de la bandera olvidamos que siempre les ha pertenecido. Siempre han usado esa bandera para aplastar a quienes no estaban de acuerdo porque siempre han pensado que el país les pertenecía. Y además no lo han pensado mal porque tienen razón: el país es suyo, la bandera es suya… Otra cosa es que queramos hacerles el juego o nos aferremos a otras banderas como la empatía, la justicia social, la sanidad pública, la igualdad...

-Le escucho enumerar los objetivos por los que considera que debemos seguir batallando en este país y parece que estemos en mayo del 68 cuando estamos en junio de 2020.

-Sí señor. Yo creo que es porque durante un tiempo pensamos que todo esto por lo que se había peleado en mayo del 68 se había conseguido. Y nos relajamos. No solo nos relajamos sino que hubo cierta autocomplacencia.

-¿Nos lo creímos?

-Nos lo creímos, nos relajamos e incluso celebramos esto como bueno, esto ya está superado, ahora lo que hay que hacer es ganar dinero. Y el gran problema es que nos dejamos engañar por ese discurso neoliberal de que si el capital te bendecía todo lo demás estaba bien. Lo que hemos descubierto, y lo vemos ahora con la pandemia, es que cuando el capital entra, entra solo por su propio interés, no está bendiciendo nada.

-¿El colectivo LGTB debe echar mano del activismo punk ante los discursos en contra?

-Es muy complicado esto. Yo soy muy partidario del activismo, incluso del activismo punk, pero es que a mí, por ejemplo, lo más punk hoy me parece la solidaridad de los barrios; todo ese trabajo que se ha hecho para los bancos de alimentos, para los cuidados mutuos. A mí los cuidados mutuos me parecen muy punk, sobre todo porque es una forma de demostrar que no estamos pidiendo limosnas o que nos ayuden a sobrevivir sino que nos estamos cuidando entre todos y nos estamos haciendo fuertes para poder tomar las calles cuando nos den permiso. Permiso médico, me refiero.

-¿Considera que se necesitará otro permiso, que no sea médico, para tomar las calles?

-Vamos a ver, ¿no? Sobre todo porque ahora, con la excusa de la pandemia, se demoniza la concentración callejera por los riesgos que esto tiene… Ya lo hemos visto en cómo se ha tratado, por desgracia, el asunto de la manifestación del 8-M en Madrid: trataron por todos los medios de responsabilizar de los contagios a una manifestación que para mí es de las más importantes del año y más ahora que vamos a vivir un Orgullo que no vamos a estar en las calles. Tenemos que recuperar las calles desde que podamos.

-Preparando la entrevista busqué cuántos seguidores tenía usted en Instagram (70.000) y al ir a ver los de Santiago Abascal (694.000) me salió en el buscador Naty Abascal. El líder de Vox tiene más seguidores que usted y que Naty Abascal (238.000).

-Me gusta mucho ese encuentro pero me temo que Naty es más de Santiago que de mí.

-¿Le sorprende que Abascal [Santiago] tenga más seguidores que Abascal [Nati]? ¿Dónde estaba toda esa gente?

-Estaban ahí. Y concretamente Santiago Abascal estaba donde estaba esa gente que ahora le sigue. Él viene de una fundación auspiciada por el PP y financiada con dinero público gestionado por el PP, y lo único que ha hecho es hacer un spin off. Cuando en este país celebrábamos que no había un partido de extrema derecha muchos también lo pensábamos porque creímos que tenían su hueco dentro del PP, y lo que ha hecho Santiago Abascal es montar un chiringuito, como a él le gusta llamarlo, una franquicia, que además no ha necesitado de la financiación del PP sino de esa internacional fascista que promueve Steve Bannon y los suyos, que le ha dado cobijo, dinero y notoriedad.