La aplastante victoria lograda por "Beginning" en el Festival de San Sebastián (Concha de Oro, mejor dirección, guion y atriz) es la crónica de un triunfo anunciado. La película llegó al certamen precedida de buena fama, gracias tanto a su inclusión en el programa del Festival de Cannes 2020 -que, recordemos, nunca llegó a celebrarse- como al premio de la crítica que obtuvo tras su paso por el de Toronto, y una vez aquí demostró que esa reputación se quedaba corta.

Desde su proyección el pasado martes, a casi todos los miembros de la crítica les quedó claro -y a los que no, solo cabe decirles una cosa: siempre sois los mismos- que la competición se había acabado; ninguna de las aspirantes a la Concha de Oro presentadas antes estaba a su altura, y ninguna de las que quedaban por presentar lo iba a estar.

"Beginning", recordemos, es una ópera prima, pero al verla nadie lo diría. Dirigida por la georgiana Dea Kulumbegashvili -todo apunta a que pronto estaremos tan familiarizados con su apellido que hasta seremos capaces de pronunciarlo-, retrata a una mujer perteneciente a los Testigos de Jehová que vive oprimida por su marido y por una sociedad que no acepta su religión y que, azotada por las dudas acerca de su identidad y su fe, llega a convencerse de que la única forma de vencer sus demonios -o, tal vez, de vencer al mismísimo Demonio- es probar su lealtad a Dios con rotundidad bíblica.

Asimismo, pocas pegas pueden ponérsele al título elegido como ganador del Premio Especial del Jurado. Dirigido por Julien Temple, el documental "Crock of Gold" no hace una sola aportación artística al género de la no ficción; pero la personalidad de su objeto de estudio, el músico Shane MacGowan, es tan fascinante que se basta para justificar el galardón; en realidad, lo más sensato habría sido dárselo directamente a él.