Diego Menéndez jugaba interior izquierdo en un equipo de fútbol y Marcelino Pérez trabajaba de camarero. Manuel Pérez era pintor. Los tres tenían trayectorias muy diferentes, pero, a la vez, algo en común. Sus vidas se truncaron cuando se vieron aquejados de enfermedades mentales graves, que van desde la esquizofrenia hasta la bipolaridad. Ellos, junto a compañeros como Iván Argüelles y Pelayo Iglesias, forman parte de un grupo de quince personas adultas, que forman parte del proyecto Miraflores que la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias (Afesa) desarrolla en una finca cedida por el Ayuntamiento de Noreña. Según Saray Escobar, una de las educadoras, "el objetivo principal de esta iniciativa es que estas personas, después de haber estado durante mucho tiempo recluidas en sus casas, porque la medicación que recibían prácticamente no les dejaba ni levantarse de la cama, se sientan capaces de hacer cosas, de sentirse útiles y de tener una vida lo más normalizada posible".