Irene Díaz Rodríguez, catedrática de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidad de Oviedo, habla a un salón de actos abarrotado en el Instituto Astures de Lugones, del que salió en 1991. Son más de 70 alumnos de 4º de la ESO.
–¿Podríais darme el nombre de un hombre relevante en la informática?– pregunta la investigadora a la sala.
«Alan Turing», contesta un alumno.
–Bien, estáis puestos. ¿Y una mujer?
Tras un breve silencio, alguien dice: «Margarita Salas».
–Bueno, Margarita fue una excelente científica, pero de informática... La directora del departamento de Informática, el mayor de la Universidad de Oviedo, con 155 profesores, insistió a los alumnos de su antiguo instituto que, aunque no sean visibles, «la contribución de las mujeres en este campo ha sido determinante». Y sigue siendo, a pesar de que muy pocas chicas eligen esta carrera. «En Informática es terrible y no sé las causas. No veo ningún motivo para que una profesión tan maravillosa no la estudien las mujeres. Es creativa, enriquecedora y te obliga a formarte constantemente. Y el mercado os está esperando», aseguró. En todo el salón de actos, solo dos chicas levantan la mano cuando se pregunta quién quiere hacer Ingeniería Informática. (Irene Díaz es, por cierto, matemática).