Opinión

La condena: dos años y un día

Hoy domingo 25 de Febrero se cumplen dos años y un día desde que el pueblo ucraniano fuera invadido por las tropas rusas. Dos años y un día de condena al sufrimiento total y destrucción de un país al que se sometió al caos, al hambre, a las lágrimas, al miedo… y lo que es peor, a la misma muerte. A la terrible e injusta muerte de miles de personas de toda edad y condición social que se vieron sorprendidas por un ejército -antiguamente compatriota- que acató sin rechistar las órdenes dadas desde las altas esferas del gobierno de Moscú.

A decir verdad y confieso mi ignorancia, apenas sabía nada concreto de un país como Ucrania hasta ese 2022 en que comenzó la guerra. Si acaso que era un territorio de la antigua Unión Soviética (URSS), independizado de la misma en el año 1991. Y alguna que otra cosa más relacionada con el ocio y el deporte buscada en ese internet que dicen lo sabe todo.

Seguramente muchos de ustedes recordarán al futbolista del Real Oviedo, Víktor Onopko, que se incorporó a la disciplina del cuadro azul en 1995 y que estuvo siete años entre nosotros antes de partir hacia Madrid para recalar en el Rayo Vallecano. Y posiblemente también al defensa Yuri Nikiforov que defendió los colores del Sporting de Gijón durante dos temporadas seguidas (de 1996 á 1998). Ambos jugadores de nacionalidad rusa eran de origen ucraniano pues Onopko había nacido en Lugansk y Nikiforov en Odesa, poblaciones muy importantes de Ucrania y si no que se lo pregunten al señor Vladímir Putin.

Pero si es triste cualquier conflicto bélico por todo el dolor que entraña, esta guerra que no tiene ninguna pinta de estar próxima a su fin, me ha hecho ser -al menos eso creo yo- una mejor persona por ofrecerme la posibilidad de vivir algo que nunca había experimentado y que jamás se me hubiera pasado por la cabeza como fue recibir y acoger en nuestra casa, en San Martín del Mar (Villaviciosa), a un grupo de mujeres y niños que habían llegado procedentes de Mykoláiv, una ciudad al sur de Ucrania que es antesala y “escudo” protector de Odesa que cuenta con el mayor puerto comercial del Mar Negro.

Ante la grave situación estas familias no tuvieron más remedio que huir dejando a muchos de los suyos. Por el noroeste llegaron a Leópolis desde donde accedieron a la frontera de Polonia. El destino quiso que se topasen con una expedición de voluntarios de Mieres que les ofrecieron la posibilidad de venir a nuestra tierra en las furgonetas con las que habían llevado ayuda humanitaria desde el Principado de Asturias que como el resto de España, era para todas ellas y sus pequeñ@s, un país nuevo y totalmente desconocido. Su llegada se produjo en la tarde del 17 de marzo, tres semanas después del inicio de la guerra. Dos años después del éxodo y ya vecina de Villaviciosa, mi amiga Ania -que llegó con sus dos hijas en aquella expedición- me dice esto: “Hoy mi ciudad como muchas, sigue sufriendo los lanzamientos de cohetes desde el Mar Negro como si fueran terroristas suicidas que vuelan sobre Odessa, Mykoláiv y Kherson, destruyendo todas las casas. La gente vive con un permanente mensaje en su cabeza. Como si fuera un telegrama: ¡Alerta de ataque aéreo! ¡Despejen todo! Incluso los ucranianos más resistentes piensan en huir de su país natal por miedo a que sus hijos pierdan la vida. En muchas ciudades las escuelas no se han abierto todavía desde el inicio de la epidemia de Covid. Han estado enseñando ‘on line’ desde el comienzo de la guerra…”

Le pregunto por su hermana Ira (Irina para nosotros), que vino con Demid -uno de sus hijos- aunque dos meses más tarde decidió regresar al horror de la guerra al tener en Ucrania a su marido y a Daniel, su otro hijo de nueve años… “Los hombres son atrapados en las calles y llevados a la oficina de registro y alistamiento militar sin poder hablar. Hacen falta soldados. A pesar de ello la gente intenta vivir como estaba acostumbrada antes de la guerra creyendo que todo terminará algún día. Los hijos de Ira, mi hermana, siguen estudiando ‘en línea’ y su marido que antes vendía cereales, ahora trabaja de taxista…”

Al llegar a este punto Ania añade: “Lloro al ver cómo Polonia siembra el grano ucraniano que nuestra gente intenta cultivar limpiando los campos minados y haciendo volar por los aires las minas rusas… Nada que ver con la vida normal que vivimos en Villaviciosa. Mis niñas Sonya y Nina van a la escuela y trato de apoyarlas y estar con ellas en todo momento. Recientemente les preparé unos “trajes” para el carnaval… Nuestros ingresos dependen de Andrey mi marido que, como sabes, trabaja en una plataforma del Mar de Norte y viene a casa cada tres o cuatro meses. Yo ahora ya no trabajo fuera. Con la casa y mis dos niñas tengo el día completo. Hoy además estoy preocupada y nerviosa porque el móvil de Andrey está apagado, sin conexión, cuando en su trabajo se esperaban vientos de más de 140 kms/hora acausa de una gran borrasca. Esto no lo he comentado con nadie…”

Al cumplirse este segundo aniversario de la guerra contacté asimismo con Yulia que ahora reside en Gijón pero que también estuvo viviendo con nosotros acompañada por su hija Snezhana: “Al principio todos estábamos estresados y nadie podía creer que la guerra había comenzado, que todo era real y que teníamos que salir urgentemente de casa dejando a nuestros familiares y amigos… Dejamos nuestra vida allí llegando a un país nuevo y hermoso, pero que era completamente desconocido para nosotros. Ahora muchos se han adaptado y se ha vuelto todo un poco más fácil...” . “El país agresor continúa bombardeando nuestra Ucrania natal, matando gente, destruyendo casas y ciudades… ¡destruyéndolo todo! Hay ciudades que han sido borradas del mapa. Durante estos dos años, algunos de mis familiares y amigos han muerto y también mi suegra, la abuela de mi hija Snezhana. Desafortunadamente, mi hija y yo no pudimos acompañarla en su último viaje. Snezhana lloraba much, puess había estado preparando regalos para ella y tenía muchas ganas de que volviéramos a casa para darle todo lo que le había preparado pero, lamentablemente, la vida tenía otros planes para nuestra familia. Tú Luis sabes que Snezhana es muy buena estudiante y ya está en segundo año en el instituto y eso me alegra y ayuda

bastante… Y yo estoy estudiando español además de haber comenzado un curso de peluquería. Siempre nos acordamos de todos vosotros y de San Martín del Mar. Y también de la maravillosa familia de José Antonio y Fini con quienes vivimos en su casa de Villaviciosa hasta venir a Gijón. Siempre oramos por ustedes y muchas gracias por su preocupación. Abrazos para todos”.

Con Olena, suegra de Ania, es quizás con quien más relación tengo. Trabaja feliz en un restaurante ‘guay’ de Villaviciosa y lógicamente no podían faltar sus palabras en el artículo de hoy: “Es muy difícil recordar cómo empezó la guerra…, cómo empezaron a bombardear nuestra ciudad… y cómo nos escapamos con unos niños tan pequeños en medio del sonido de las explosiones… Toda nuestra familia fue invitada por Louis y Jenny que nos rodearon de mimo y atención. Fuimos ayudados por todos los vecinos de San Martín del Mar dándonos el ímpetu necesario para vivir de forma independiente. Ahora, año y medio después, estamos viviendo solas y trabajando para que crezcan nuestros hijos pequeños… Y si puedo pedir algo… lo que realmente quiero es que esta guerra incomprensible termine lo antes posible. Constantemente me pregunto ¿Por qué fuimos atacados por los rusos? ¿Por qué el pueblo ruso no sale a la calle en sus ciudades y dice NO A LA GUERRA?... Hay muchas preguntas, pero no hay respuestas para ellas”.

Aunque suegra y nuera viven en diferentes domicilios de la Villa, la abuela Olena dedica todo su tiempo libre a sus nietas Sonya y Nina. Y es Ania quien me ayuda a cerrar esta condena que dura ya dos años y un día: “Luis, de hecho, la situación en Ucrania no está mejorando, los soldados están cansados, los civiles están cansados de la guerra, todos están enojados con las autoridades, están esperando ayuda de otros países y o no quieren enviarla o están jugando a ganar tiempo…”

“Esto es un genocidio. Quieren aprobar una ley sobre la movilización de mujeres mayores de 25 años y con quién dejar a los niños. Esto es el exterminio de la nación ucraniana porque muchos de los que se fueron no estamos seguros de querer regresar a nuestro país natal donde reina la corrupción al tiempo que la ayuda humanitaria es saqueada en las fronteras polacas… Y dentro de Ucrania les amenazan con quitarles sus casas y apartamentos a aquellos que no se presentaron a

la oficina de registro y alistamiento militar…”. “Si eso es así ¿dónde deberían vivir entonces sus familias? Sabemos que nuestros diputados tienen chalets y cuentas bancarias en España mientras que la gente está en la pobreza y el paro. Los hombres que se fueron se ven obligados a acudir a los consulados para regresar a Ucrania e incorporarse al frente… ¡y deben hacerlo! ¿Obligados ante quién? ¿Ante el gobierno?...”. "Esta guerra nos ha privado de una vida tranquila, con trabajo y nuevas oportunidades de crecimiento personal con el aprendizaje en diversos campos. Ucrania se dividió en ucranianos de habla rusa y ucranianos de habla ucraniana, despreciándose unos a otros por contagiarse mutuamente aunque ambos amen por igual a su país. Ucrania era pacífica y rica, con cientos de naciones viviendo en ella antes de la llegada del

presidente ruso…”.

La sentencia o condena a Ucrania cumple dos años y un día. Reflexionemos todos y pongamos punto y final a esta tragedia. Sólo puedo decir que a todas las mujeres y niños que acogimos huyendo de la guerra, les queremos muchísimo. De corazón. Palabra de honor.