Opinión

10 de junio de 2002

De vez en cuando y de cuando en vez, en Asturias, los políticos agitan el tema de la Lengua Asturiana, unas veces son los de un signo, otras los de otro y en ocasiones todos a la vez, las más de las veces con la aviesa intención de crear un problema donde no lo hay y, siempre, con el propósito de utilizarlo en beneficio propio, y es que creen que con la Lengua ocurre como con el dinero de aquella ministra, que no es de nadie. 

Estas cosas suelen ocurrir con ocasión de unas elecciones, para visualizar una postura, a una persona, o para desviar la atención puesta sobre algo que no interesa focalizar. La experiencia nos dice que, generalmente,  son “ voces en castañeu”, ni llegan a nada y para nada sirven tras el tiempo de agitación. 

En Villaviciosa, le dio estos días  por hablar del asturiano a una persona que parece anda perdida, o se pierde, no está claro, en el Consistorio. Una mala estrategia, si es que se trata de un plan para conseguir algún objetivo, en mi opinión extemporáneo, cuando de lo que la gente habla en estos momentos es del Sporting y del Oviedo que van a jugar la promoción de ascenso a la Primera División de fútbol, asunto en el sentir popular mucho más trascendente que unos carteles mejor o peor colocados en el Ayuntamiento. 

Es curioso, pero tales eventualidades, que me debieran producir disgusto por la falta de respeto hacia uno de nuestros bienes culturales más importantes, solo me produjeron cierto aburrimiento, que se vio anulado por una magnífica fabada de tarde- noche, elaborada por Marta y Loli, de la Cofradía de Amigos de les Fabes, en un maravilloso lugar del valle de Pion, acompañada de tierna y deliciosa sidra, música del país y estupenda compañía, para celebrar  el Entrepueblos, que promueve la Federación Asturiana de Cofradías Enogastronómicas, Fecoastur. Un encuentro entre las Cofradías y los pueblos ejemplares, este año  Arroes, Pion y Candanal, y de paso celebrar los veinte años del CTIC, con visita al CTIC Rural Tech, un importante centro de pensamiento y acción para la aldea del futuro instalado en Bárcena de Pion.

Pero en todo caso, conviene decir, una vez más, para aquellos que no lo sepan y tengan interés en saberlo, porque que a lo mejor hablan y actúan por desconocimiento, que la lengua asturiana no es un invento de nadie, nada nuevo, y menos  patrimonio de algún grupo político, como creen algunos, y de recordarles las palabras de Jovellanos  refiriéndose a la creación del Diccionario: “El dialecto asturiano que tratamos de recoger, es la lengua viva de nuestro pueblo; todos la mamamos, por decirlo así, con la primera leche”.  Esto quiere decir que los nacidos en Asturias cuando esto escribe Jovellanos, finales del XVIII y principios del XIX, del estrato social que fuere, crecían aprendiendo, sintiendo y hablando asturiano.

Lo llamó vable González Posada, bable Jovellanos, astur-leonés lo llama Menéndez Pidal. “Sucesor del latín gótico, el asturiano conservó las formas y fisonomía de sus padres y fue transmitido de generación en generación, hasta nosotros, sin alteraciones sensibles que desfiguren su condición primigenia”, dice nuestro paisano Caveda y Nava en el XIX.  

Quizás, durante el Reino de Asturias hubiera sido el mejor momento para la expansión del asturiano, por la fractura del latín, que va a dar paso a las lenguas romances, el asturiano entre ellas, y que es, además, la lengua del reino. La lengua escrita era en latín, pero la del común era el asturiano, una mezcla de la lengua local y del latín. De hecho mucha documentación de la época, probablemente porque el escribano no sabía el latín preciso, lo hace con palabras asturianas, y muchos nombres, palabras y construcciones escritas, son datos importantes para darnos una idea de cómo era el asturiano de entonces. 

Pero es a partir de los siglos XII y XIII, el tiempo en que las lenguas romances de la península: asturiano, gallego- portugués, catalán, navarro-aragonés y castellano, se irán expandiendo con el paso de la reconquista. Ese pudo haber sido el momento de hacer crecer nuestra lengua, pero entonces, como hoy, el poder político estaba en otras cosas. Con el traslado de la capital del Reino a León, lo que era Reino de Asturias con la capital en León, muda el nombre por el de Reino de León, y el de la lengua asturiana que allí se hablaba, por el de astur-leonés. El prestigio de la corte de Oviedo pasa a León y con él, el de la propia lengua. Menéndez Pidal cuenta que en la corte de León hacían burla de los castellanos por lo mal que hablaban. Sonaba mejor el asturiano que el castellano.

Allí, comienza la pérdida y arrinconamiento geográfico, económico, político, social, cultural y lingüístico de Asturias, y uno tiene la impresión de que seguimos en ello.

La documentación medieval nos dice que el latín ya cuenta poco como lengua cultural escrita, siendo el asturiano la lengua del común, por lo que sorprende que no se conozcan más escritos y textos literarios en asturiano, debido probablemente, a  que la ocupación del poder, puestos políticos y eclesiásticos en Asturias, estaban ocupados por mandatarios castellanos, y los documentos oficiales de la Iglesia y la Administración, pasaron a realizarse en castellano. El libro de doctrina, el catecismo, va a hacerse en castellano, las propias Actas de la Junta General del Principado, también se van a hacer en castellano, y las clases dominantes asturianas y las que pretenden serlo, se posicionan del lado del castellano, que les servirá para alcanzar más influencia y así poder diferenciarse de las clases más bajas, en las que pocos son los que saben leer y escribir, que hablan, y continuarán hablando, en asturiano.

A partir del XVIII, muchas de esas clase bajas, además de aprender a leer y escribir, van a subir en la escala social: clero, ejército y política, y van a aparecer los primeros escritos en asturiano.

En el concejo maliayo, dos curas son los primeros que, en el siglo XVIII, nos aportan los primeros trabajos conocidos escritos en asturiano: Bruno Fernández Cepeda y Alonso Rivero y Larrea, y serán los primeros en formar parte de una larga e importante lista de escritores y autores en lengua asturiana que tuvo, y tiene, Villaviciosa en los últimos tres siglos.

O sea, queda demostrado que el asturiano no es un invento, ni una cosa nueva, que es una lengua que se habla en Villaviciosa desde hace muchos siglos. 

Al respecto, apuntar también, que el Ayuntamiento de Villaviciosa tiene aprobadas, por unanimidad de todos los grupos políticos, las normas de uso y promoción del bable o asturiano, como protección y mantenimiento de una parte importante de nuestra cultura. Su redacción busca reconocer, el derecho básico de los habitantes del concejo al uso del bable o asturiano como medio de expresión y comunicación.

Por ello, todos los ciudadanos tienen el derecho a dirigirse en asturiano, de forma oral o escrita al Ayuntamiento, siendo las comunicaciones válidas a todos los efectos, y los funcionarios municipales, podrán expresarse libremente en asturiano, a menos que el interlocutor les exija el castellano.

A un día de cumplirse veintidós  años de la aprobación de aquella norma, el 10 de junio de 2002, quiero manifestar mi total apoyo a la norma y al Ayuntamiento de Villaviciosa, que vela, custodia y hace guardar su cumplimiento.