Opinión

Tiempo de cerezas

Probablemente pensó que era un intruso y se puso a emitir chillidos y revolotear por entre las ramas, supongo que para ahuyentarme. Perdona, le dije, pero la cerezal no ye tuya, podemos compartir. El ñervatu voló a ocultarse en la sebia cercana sin parar de emitir aquellos chillidos de cabreo mientras yo intentaba alcanzar alguna de las cerezas de las ramas bajas. Estamos en tiempu de cereces, pensé, y me vino a la memoria la bellísima canción “Le temps des cerises , que canturreé intentando recordar la letra: “Quand nous chanterons les temps des cerises, et gai rossignol et merle monqueur, serons tous en fête…”, desde luego el ñervatu  al que le estropeé la fiesta, se burlaba y algo más  desde el fondo del matu.  

En los años sesenta pasados, estaban más de moda las canciones italianas y francesas que las inglesas, y aprendíamos canciones y pronunciación con ellas, me encantaban, y me siguen gustando, las versiones de “Le temps des cerises” de Ives Montand y Nana Mouskouri. De aquella me enteré que esta canción estaba llena de historia y simbolismo, que se había compuesto en el siglo XIX con una letra escrita por Jean Baptiste Clement, poeta y periodista, en 1866, a la que puso música Antoine Renard, y que había adquirido mucha popularidad durante los acontecimientos  de la Comuna de Paris en 1871.

El economista y sociólogo piloñés Ángel Cardín Toraño, que estudiaba en París durante otros acontecimientos, los de mayo del 68, le puso el mismo título que la canción al libro que escribió sobre su estancia de dos años en la prisión militar de El Ferrol, nos lo contaba en aquellas tertulias de terraza, en un tiempo que estudiaba y se documentaba en Villaviciosa sobre las minas de azabache, el material y los artesanos, para documentar su libro “El azabache y su cultura en la península Ibérica”. 

Desde luego el tiempo de les cereces  dura poco, es breve, desde que aparecen las más tempranas a las más tardías, dos meses o poco más, actualmente parece más corto aún porque apenas si se cogen, porque las cerezales viejas se van muriendo –tampoco se aprovecha el tueru hueco de la cerezal vieja para hacer los caxellos de las abejas-, porque apenas si se plantan o trasplantan y se injertan las monteses,  porque ir a cereces que era una tradición, casi ritual, en la aldea, ha desaparecido y  ya no hay quien vaya ni las coja, ni quien haga mermeladas ni licores. Los ñeños ya no entran a robarlas de la cerezal del vecino más cascarrabias, ni se hacen ningún siete en el pantalón esguilando hasta las ramas más altas donde decíamos estaban las más rojas y dulces, ni se cuelgan como pendientes de las orejas de amores primerizos, ni se hacen gabitos para ofrecerlas como regalo, ni se adornan ramos para colgar en el balcón de nadie.

Los miércoles ya no se ven pasar mujeres con cestas en la cabeza cargadas de cerezas, como joyeros,  para venderlas en la plaza, las que hoy se llevan al mercado de los miércoles en la Villa son pocas y testimoniales, cuando llegaron a ser una importante fuente de ingresos en las caserías. Se dice que su origen está en la zona del Cáucaso, difundiéndose por toda Europa. En los castros maliayeses aparecieron pepitas de prunus avium, nombre científico de la cerezal montés, de aquellas derivaron muchas de las variedades que hoy pocos distinguirán y conocerán por sus  nombres: llabianes, moriques, braves o monteses, albarines, blanques, de Mogoyu, colloraes, de danza, machones, de tetu vaca, dulcines, raposeres, negreses, resories, franceses, del cielu, del diantre, meleres, gayeres…

Las cerezas aparecen también en el refranero asturiano: : “El que a cereces quier andar, en marzu les tien que asistiar”. “Per l’ Ascensión, cereces n’ Uvieu y trugu el León”. “Al home fartu, les cereces amarguen-y”… Y en el folclore, Aurelio de Llano recoge algunos cantares en las que están presentes: “To r galate un gaxarte y una cestiquina nueva, pa que me traigas cereces, de la cerezal gayera”. A veces cargadas de sexualidad para despertar la líbido o el éxtasis amoroso:. “Aunque to padre non quiera, como tú y yo nos queremos, los dos xuntos vida mía, les cereces comeremos”. “Comístime les cereces de la cerezal temprana, comístime les cereces y dexástime la rama”.

25 de mayo, tiempu de cereces en Asturias, y aquí estamos, comiendo cerezas de otros lugares y países, usando palabras de Cernuda, como quien espera al alba.

Uno tiene la impresión que el tiempo de las cerezas ha pasado en la aldea y con ella todo,  que el tiempo ya no sigue al tiempo, que solo nos queda el recuerdo, dulce recuerdo… “et le souvenir que je garde au coeur”… Solo los páxaros y el ñervatu cantarán alegres y estarán de fiesta en el tiempu de les cereces, mientras duren les cerezales.