Oviedo, M. J. IGLESIAS

El abuso de la utilización de las nuevas tecnologías en el puesto de trabajo supone para las empresas unas pérdidas de 1.800 euros al año por trabajador, según un estudio. El absentismo laboral generado por el uso indebido de internet cuesta caro a la empresa y llega a causar el despido del empleado que lo practica. Para los empresarios engancharse a la red en el trabajo es el nuevo modo de «escaqueo». Al menos así quedó de manifiesto en la jornada «Uso y no abuso de los recursos tecnológicos de la empresa: internet y otras funciones TIC», organizada por la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) recientemente en el auditorio Príncipe Felipe. Varios expertos en derecho e informática analizan las consecuencias de la irrupción de las redes sociales en las empresas, el llamado «absentismo tecnológico».

Las conclusiones afectan a la caja del empresario. Conectarse a internet en horas de oficina provoca pérdidas de 1.800 euros anuales por trabajador en el supuesto de un asalariado con un sueldo bruto de 21.000 euros que dedique un promedio de 40 minutos (el 8,3 por ciento de su jornada) a navegar en la red con fines personales. Además, en general, los trabajadores «invierten» buena parte de su tiempo en funciones relativas a nuevas tecnologías no relacionadas con su actividad, según un informe elaborado por la consultora IDC e Internet Security Sistems (ISS), que desgranó la abogada del despacho Garrigues, Nelly Sánchez Mouriz, experta en derecho de tecnologías de la información. Sánchez Mouriz explicó que el 60 por ciento de las compras «on line» se realizan en horario de oficina. Añadió que el 77 por ciento de los empleados se conectan a las redes sociales en su tiempo laboral y aprovechan para enviar correos electrónicos de carácter personal.

La letrada también alertó de los riesgos que corren la empresas cuando los trabajadores realizan operaciones desde sus computadoras. Puso como ejemplo el caso de una clínica ginecológica de Orense que fue demandada por compartir en internet, involuntariamente, datos de historias clínicas que un empleado distribuía al bajarse películas con un programa. El hospital fue multado con 300.000 euros por la Agencia Española de Protección de Datos. Hace unos meses los tribunales también decretaron el despido procedente de un trabajador que mandó cientos de mensajes personales en el plazo de mes y medio.

En la mayor parte de los casos, las denuncias y la responsabilidad de pagar las sanciones recaen en el lado de la empresa. Por eso, tanto Nelly Sánchez como Pablo Álvarez de Linera, socio internacional del bufete Garrigues y director de las oficinas de Oviedo y León, estiman necesario articular medidas que dejen claro dónde acaba el derecho a la privacidad y donde empiezan los deberes laborales.

La frontera no está clara. La Constitución garantiza el derecho a la intimidad del empleado y al secreto de las comunicaciones. A la vez, el Estatuto de los Trabajadores, en el apartado relativo al derecho de control, señala que el empresario podrá adoptar las medidas que estime oportunas de vigilancia y control para verificar el cumplimiento de las obligaciones. Nelly Sánchez destacó la importancia de diseñar un protocolo telemático, a fin de delimitar el marco de control y darlo a conocer al trabajador.

Raimundo García, consejero delegado de Cobertura Informática, presentó el mecanismo desarrollado por su empresa para vigilar el uso indebido de internet y limitarlo. La herramienta permite conocer lo que ocurre en cada ordenador, así como saber si alguien ha intentado visitar páginas de acceso prohibido.

Alvarez de Linera estimó que las empresas aún no son plenamente conscientes del problema que se avecina, porque además del uso tradicional de internet «se suman redes sociales, los chats, la mensajería, el intercambio de archivos y una artillería de recursos que pueden convertir el acceso indebido a internet en la principal causa de pérdidas de horas de trabajo».

Para Nelly Sánchez, tener internet al alcance es una tentación «difícil de resistir». Conectarse es mucho más discreto que salir a tomar café o a fumar un cigarrillo. «El empleado no tiene más que darle a una tecla sin levantarse de su silla», refrendó Raimundo García. Los expertos también vaticinaron un menor peso de las llamadas telefónicas en las pérdidas de productividad. Internet gana la partida.