Presidente del Senado

Vegadeo, F. L. JIMÉNEZ

La preocupación más notoria del presidente del Senado, el socialista Javier Rojo García (Pamplona, 1949), en el encuentro que mantuvo el pasado jueves con un centenar de estudiantes del Instituto de Vegadeo era ponerse «a su altura» para hacerles llegar su mensaje. «Es quizás el público más difícil, y lo es porque a veces los políticos perdemos la perspectiva y no conectamos con la gente», admitía Rojo entre bambalinas. No fue la única autocrítica que salió ese día de la boca de este confeso seguidor del CD Alavés que enjuga la pena por el tránsito del equipo de fútbol de sus amores por la Segunda B con una acérrima militancia en la hinchada del Real Madrid. «Los blancos me dan más alegrías», bromea.

-O sea, que los políticos no están siempre a la altura de las circunstancias.

-No estoy por los discursos de madera. Cuestiono como el que más ciertos discursos estériles, el exceso de partidismo, la desconexión de la clase política de los intereses ciudadanos... Muchas veces me pregunto: ¿realmente somos conscientes los políticos de las preocupaciones reales de la gente?

-¿Y qué se responde?

-Pues que si existe una desafección social hacia la clase política los primeros responsables seremos seguramente los políticos.

-Una de las estudiantes le puso en un brete preguntándole por el gasto que supone para el Senado haber contratado a traductores de catalán, vasco, gallego...

-Detrás de las críticas al gasto en traductores lo que hay es una crítica velada al Estado de las autonomías que considero legítima, si bien no comparto. La pena es que se amparen en la excusa de los traductores para cuestionar otra cosa. Los discursos patrióticos nunca me han gustado porque cuando más griterío hubo al respecto los españoles se iban y ahora que defendemos una España basada en la pluralidad es cuando más gente quiere venir y más cómodos nos sentimos todos.

-O sea, que el modelo autonómico está bien como está.

-Yo no he dicho eso. ¡Claro que España necesita una repensada, y el modelo autonómico también, pero de ahí a querer cargárselo...! La necesidad de cambios en las leyes y en nuestro modelo de Estado se justifica desde el momento en que hace treinta años, cuando se «pensó» España, nadie podía imaginarse la revolución tecnológica, ni la dimensión que iba a cobrar la inmigración, ni lo que iba a acabar siendo Europa...

-El Senado, como Cámara de representación territorial, ¿también está en su lista de reformas?

-Sin ninguna duda, una reforma valiente y ambiciosa, pensando en las necesidades de España en el horizonte de 20 o 25 años. Pero si una cosa es imprescindible para ese proceso, es el consenso de todos.

-¿Plazos para la reforma?

-Nunca antes de la próxima legislatura. En estos momentos no se da ninguna de la condiciones -la primera de todas, ser capaces de sentarnos en las sillas de los de enfrente-y es una pena porque cada tiempo que pasa es un tiempo perdido para perfeccionar el sistema.

-Acaba de volver usted de un viaje por Arabia Saudí, país enclavado en un foco candente de la actualidad mundial por los sucesivos levantamientos sociales que se están produciendo. ¿Qué percepción tiene de ese fenómeno?

-En Arabia Saudí, en el Magreb en general, España es un país muy querido y tenemos que ser capaces de aprovechar tanto la situación estratégica como la de afecto y de respeto de que gozamos.

-¿Puede afectar de algún modo a esas relaciones la intervención militar española en Libia?

-España ha hecho lo que tenía que hacer al primar por encima de todo a los ciudadanos libios. A partir de ahí, lo que hace falta es fortalecer más si cabe las instituciones internacionales y, sobre todo, lanzar un mensaje claro de que no se puede utilizar la fuerza contra el pueblo en beneficio de uno mismo.

-Volvamos a España. ¿Percibe en el Senado la crispación política que contamina otros ámbitos de la vida pública española?

-Ha llegado hasta la escalera de mi casa. Y esto es así porque desde el minuto uno en que Rodríguez Zapatero ejerció de presidente, unos lo entendieron y otros se la guardaron. Ocurre que además de tener ganas de ganar, a Zapatero le tienen ganas y, claro, esa situación acaba así. En general, hay mucha sobreactuación y exageración de las cosas en la política española.

-¿Existe el riesgo de contagio de esa crispación al ámbito social?

-La política condiciona mucho el día a día de los ciudadanos, pero la sociedad es consciente de la situación compleja y complicada que vive el mundo y, más que crispada, yo creo que está tensionada.

-Ese escenario complejo no ha sido obstáculo para que el PSOE promoviese normas controvertidas: tabaco, internet, velocidad en autopistas... ¿Responsabilidad o cortinas de humo?

-Lo que estamos haciendo es lo oportuno. El mundo es así -a poco que se viaje se verá que la regulación del consumo de tabaco no es una rareza española- y tenemos que adaptarnos a él. De no haber tomado esas decisiones, posiblemente las críticas arreciasen por lo contrario. Los grandes avances en la transformación de España tienen todos el marchamo socialista; lo hemos logrado con el sacrificio de todos, sí, pero unos han puesto más que otros y entre esos últimos estamos los socialistas.

-¿Dónde está usted en el debate sucesorio del PSOE?

-Yo estoy con Zapatero.

-Pues no me aclara gran cosa, ¿es partidario de su continuidad?

-No, no, lo que digo es que no estoy ni con los unos ni con los otros sino con Rodríguez Zapatero, con mi presidente.

-¿Cómo afectará la decisión del Supremo de impedir a Sortu presentarse a las elecciones?

-Esto sólo se puede ver como parte del funcionamiento normal de un país serio y garantista como es España. Ésta, por cierto, ha sido mi posición de siempre: cuando hubo resoluciones que no me gustaron, también defendí el funcionamiento de las instituciones judiciales. Y me gustaría que todos y en todo momento obrasen igual, porque no se puede criticar al tribunal de turno cuando te disgusta su fallo. Yo sólo quiero para Euskadi que la gobiernen instituciones dignas y eso sólo se consigue cuando son dignas las personas que las ocupan. Si tienen hueco los indignos -como esos que miran para otro lado cuando hay que condenar los actos terroristas-, entonces las instituciones también son indignas.

-¿En qué quedamos? ¿Es usted navarro como indica su partida de nacimiento, o vasco?

-Yo soy aquello que desearía ser todo buen vasco, las dos cosas: vasco y navarro; por circunstancias de la vida nací en Pamplona y por otras viví en Vitoria. Cuestión de haber sido hijo de ferroviario.

Javier Rojo García

Nació en Pamplona en 1949, si bien se trasladó muy joven a Vitoria. Antes de dedicarse a la política fue industrial de las artes gráficas.

Se afilió a UGT en 1976; al año siguiente ingresó en el Partido Socialista de Euskadi, siendo posteriormente secretario general de la Agrupación Socialista de Vitoria, ciudad de la cual fue Alcalde entre 1983 y 1984 y de 1991 a 1996. Asimismo fue diputado foral de Álava en varios periodos.

En las elecciones generales de 1982 fue elegido diputado en el Congreso por Álava (PSOE), escaño que repetió en las elecciones de 1986 y 1989. En las elecciones de 1993 fue elegido senador por Álava, siendo reelegido desde entonces. Desde 2004 es presidente del Senado.