¿Por qué Álvarez-Cascos convirtió a LA NUEVA ESPAÑA, a sus directivos y trabajadores, en diana de sus invectivas? ¿Qué desató las iras del ya ex presidente del Principado contra el periódico líder de la región? Quizá fue una calculada estrategia, inventar un enemigo mediático importante con el que medirse y mantener unida la tropa; quizás una minucia. Por increíble que pueda parecer, un par de informaciones sobre la variante de Pajares fechadas los días 15 y 16 de julio de 2009 que ni siquiera aportaban datos reveladores sobre los túneles, más bien refrescaban los ya publicados en el momento de su licitación, allá por 2003, estuvieron en la génesis de la mayor persecución periodística de la democracia en Asturias, sin precedente por su ferocidad y por su larga duración. ¿Qué pudo ofender tan gravemente a Cascos? El repaso a la hemeroteca dejaba al descubierto que el ex ministro de Fomento iniciaba el viaje de vuelta a la política que voluntariamente había decidido abandonar con una mentira, un proyecto para la Variante distinto al que él mismo había impulsado. Esta es la crónica de lo ocurrido en este período de la infamia.

UN POCO DE HISTORIA. Cascos había mantenido siempre una relación correcta, cordial incluso, con altibajos como es propio del personaje y de las relaciones entre los políticos y los medios, con LA NUEVA ESPAÑA, de la que siempre se confesó lector asiduo. En sus páginas publicó artículos durante más de tres décadas, el primero de ellos, sobre pesca, con el seudónimo Carsello Pérez del Narcea a comienzos de 1969. «Quiero dejar constancia de mi reconocimiento sincero como lector, de mi respeto profundo hacia la independencia de cuantos tienen la responsabilidad de sacarlo cada día a la calle, y de mi enorme gratitud por haberme permitido colaborar en sus páginas con mi firma, sin una sola tachadura, durante dieciocho años», llegó a escribir el 19 de diciembre de 1986, con motivo de las bodas de oro del diario.

Aunque yo apenas lo había tratado, sabía que el ex vicepresidente primero del Gobierno de España, ex ministro de Fomento y ex secretario general del PP no era un político fácil para un director de periódico, fundamentalmente por su vehemencia y su afán por controlarlo todo. Pero más allá de las lógicas tensiones entre quien siente la pulsión de dictar los titulares y quien está obligado a impedírselo -porque quienes escriben el periódico son los periodistas-, la sangre nunca había llegado al río. Más bien al contrario. En julio de 1996, Cascos, tras ser designado vicepresidente primero del Gobierno por José María Aznar, recibía de LA NUEVA ESPAÑA el premio «Asturiano del mes» como el político de la región que más alta responsabilidad había conseguido en un Gobierno democrático en el siglo XX.

VIAJE DE IDA Y VUELTA. Cuando nadie lo esperaba, en enero de 2004, Cascos dio la espantada y dejó la política para dedicarse a los negocios, con ayuda de los contactos de su etapa en el poder. Cuando todos pensaban que se había ido para nunca volver, el 12 de junio de 2009 empezó a coquetear con la idea de regresar a los ruedos. En su pomposa retórica lo hizo asumiendo el papel de don Quijote ante su Dulcinea del Toboso, entonces el PP, durante la entrega de las «sardinas de oro» de la Fundación «Sabugo, ¡Tente Firme!» en el avilesino teatro Palacio Valdés. En su discurso fue muy críptico, pero me dio la sensación de que se ponía a tiro con esa extraña manera que tiene de buscar complicidades: entre reproches a sus compañeros de partido, a los que luego pediría que fuesen a buscarlo.

Al día siguiente LA NUEVA ESPAÑA lo entrevistó -fue el único diario que lo hizo- en un intento baldío de indagar en sus verdaderas intenciones. «Tener libertad de decisión da una fuerza enorme para resistir los intentos de persuasión de quienes quieren que vuelvas», dijo en alusión a su voluntaria retirada. «Al haber actuado de un modo tan convencido y libre, ni el recuerdo de las vanidades basta para ceder a las tentaciones de volver». Se hacía de rogar, mentía incluso, como luego pudo comprobarse.

LA NUEVA ESPAÑA fue también el único periódico que, el domingo 5 de julio de 2009, informó en exclusiva de que Cascos estudiaba regresar a la política, «indignado» con el trato que Asturias estaba recibiendo del Gobierno de Rodríguez Zapatero y la «nula defensa» de los intereses de la región por parte del Ejecutivo de Álvarez Areces. La campaña estaba lanzada, aunque sin una explicación ni un objetivo claro, lo que alentó todo tipo de interrogantes. ¿Pensaba en Asturias o en España? ¿Volvía para interponerse en el camino de Mariano Rajoy a la Moncloa y dar un volantazo a la derecha con la colaboración, entre otros, de Esperanza Aguirre? ¿Necesitaba dinero, ahora que la crisis golpeaba sus negocios y también los de su esposa, la galerista María Porto, con las diputaciones y cajas de ahorros? ¿Quería estar aforado por si le salpicaba el «caso Gürtel»? ¿Pesaba más la vanidad o la sed de venganza? ¿Cuáles eran sus verdaderas razones? Ni siquiera hoy lo sabemos.

«CASUS BELLI». El ex ministro saltó a la arena para denunciar que su sucesor al frente de Fomento, el socialista José Blanco, con quien por otra parte mantenía unas magníficas relaciones personales como pudo comprobar Javier Fernández, ahora presidente del Principado, cuando quiso levantar las alfombras de la época de Cascos en Fomento, estaba desvirtuando su proyecto para la variante de Pajares. No utilizó el verbo desvirtuar, sino prostituir; Blanco estaba «prostituyendo» los designios de Jovellanos redivivo para el nuevo paso ferroviario entre Asturias y la Meseta. La explicación de los pormenores puede resultar un tanto árida y engorrosa, pero resulta obligada por lo que traería consigo.

Blanco defendía una Variante para tráfico mixto (pasajeros y mercancías) con triple hilo (tres raíles con dos anchos, el internacional para el AVE y el ibérico para los trenes de carga). Cascos aseguraba que sólo las mercancías ligeras, tipo flores y hortalizas, eran compatibles con la Alta Velocidad.

En el periódico recordábamos, sin embargo, que la infraestructura había sido licitada por el propio Álvarez-Cascos para convoyes de viajeros y de mercancías, tanto ligeras como pesadas, y que a él le habíamos escuchado por primera vez hablar de «triple hilo». Mentía de nuevo y Javier Cuartas, periodista de LA NUEVA ESPAÑA, cumplió con su obligación de bucear en sus archivos y contar lo que encontró.

El ex ministro envió al día siguiente una réplica por escrito en la que aseguraba que nunca había previsto ancho ibérico para la Variante, que siempre había aceptado compatibilizar los trenes de pasajeros con los de mercancías ligeras y que admitía discutir el paso de tráfico pesado pero siempre sobre ancho internacional. Además, sostuvo que la documentación había sido «cuidadosamente» manipulada por LA NUEVA ESPAÑA para obtener conclusiones que falseaban «rotundamente» tanto su posición política como el proyecto. Este periódico divulgó la réplica de Cascos y, junto a ella, una información que daba cuenta de que tanto la resolución del Consejo de Ministros y la nota de prensa difundida por Fomento el mismo día de la licitación, como la posterior declaración pública del propio ex ministro en Oviedo anunciaban una variante para viajeros y mercancías, incluidas las pesadas.

LA RUPTURA. Cascos encontró «inmoral» que LA NUEVA ESPAÑA hubiera publicado esta información al mismo tiempo que su réplica, en páginas enfrentadas, y decidió que a partir de ese momento no tenía nada más que hablar con el periódico. No me lo comunicó a mí, sino al subdirector Alberto Menéndez, con la indicación de que me lo dijera.

En los días siguientes salieron en ardiente defensa del ex ministro algunos de sus más fieles colaboradores, entre ellos Benigno Blanco, ex secretario de Estado de Infraestructuras a quien más tarde pondría al frente de sus negocios para poder dedicarse de lleno a la política, e Isidro Fernández Rozada, ahora senador y entonces diputado nacional del PP. Cascos quería un AVE puro, pero creyó que lo mejor para Asturias era asegurar el mixto para luego seguir peleándolo, vinieron a decir. Todo lo que argumentaron pudo leerlo en estas páginas pero no le pareció suficiente. Nuestro pecado, haber informado a los lectores, lo consideró imperdonable.

ARREGLO IMPOSIBLE. Numerosos colaboradores y partidarios del ex ministro intentaron convencerle de que romper relaciones con LA NUEVA ESPAÑA por esa menudencia era una desproporción, un error. Fernández Rozada se lo tomó particularmente a pecho y llegó incluso a preguntar si podía llamarme un fin de semana, cuando Cascos -residente en Madrid- viniera por Asturias, para sobre la marcha tomar un café con él. Le respondí que sin problema, cuando quisiera. Nunca marcó mi número, nunca con ese fin.

Fracasado el intento de tomar café nos sugirieron que mostrásemos arrepentimiento para tratar de reconstruir los puentes que el político-ingeniero había hecho saltar por los aires. Sus esfuerzos resultaron infructuosos porque nadie puede esperar que un periódico que quiere preservar su independencia y pluralidad ofrezca disculpas por hacer su trabajo si es de buena fe, como en nuestro caso.

Hubo un tercer intento. A LA NUEVA ESPAÑA empezaron a llegar loas a Cascos firmadas por algunos de los articulistas habituales del periódico, por ejemplo José Luis Magro, que primero lo defendía como candidato autonómico del PP y después acabaría ayudándole a fundar Foro Asturias. Nos dejaron entrever que si las publicábamos ellos se encargarían de hacerle entrar en razón. No tuvieron ni opción a ello. El ex dirigente del PP quería palmeros, no periodistas, y los encontró en otro medio al que en el pasado había despreciado e incluso atacado por arecista con un panfleto titulado «La gaviota audaz».

GUERRA SIN CUARTEL. Cascos convirtió a LA NUEVA ESPAÑA en su enemigo imaginario, una obsesión. Nos satanizó con patrañas ante sus fieles, muchos de ellos seguidores del periódico. Dado que no lograba que nos arrodillásemos quería quitarnos crédito. Nos amenazó. El día 24 de marzo de 2011, el subdirector Evelio G. Palacio y quien esto firma fuimos convocados a una comida en el Club de Tenis de Oviedo por dos incondicionales del entonces ya líder de Foro cuyos nombres no desvelo por pudor. «Si seguís así y gana las elecciones, éste os cierra», nos dijeron a los postres.

Utilizó técnicas de aniquilación periodística y personal. Ordenó a los suyos que no dieran entrevistas a LA NUEVA ESPAÑA para luego contar que los silenciábamos. Presionó a sus militantes para que se enfrentaran al periódico. Fustigó a todos y cada uno de los periodistas de la casa que nos negamos a escribir al dictado. A través de internet trabajó a tres turnos, ahí sí, para hacernos llegar mensajes del tipo «sabemos quién eres, lo que haces y dónde vives». Propio de una pesadilla orwelliana, fascismo puro.

Abusó del derecho de réplica, mal llamado de rectificación, para dar a entender que nos desmentía cuando en realidad sólo daba su versión de los hechos, cosa que sabía de sobra que podía hacer en cualquier momento sin necesidad de acudir a los tribunales y que en modo alguno implicaba falsedad o inexactitud de lo que hubiéramos publicado, como una y otra vez sentenciaron los jueces.

No reparó en gastos para caricaturizarnos como chantajistas y cazasubvenciones cuando la realidad es que los sucesivos gobernantes premiaron siempre la docilidad y el servilismo de otros y discriminaron y represaliaron a LA NUEVA ESPAÑA. Falseó, para llegar a conclusiones delirantes, las cuentas de Editorial Prensa Asturiana, editora del periódico, y arremetió contra la libertad de empresa. Nos retrató como arteros manipuladores capaces de tejer en la sombra alianzas imposibles con socialistas y populares, empresarios y sindicatos, tirios y troyanos, todas al mismo tiempo y con el único fin de derrocarle. Nos insultó en los mítines. Convirtió la página web de Foro Asturias en un estercolero con una sección que se renovaba a diario donde arremetía contra gestores y periodistas de LA NUEVA ESPAÑA e incluso contra familiares por completo ajenos al rotativo. Distribuyó hasta cinco números impresos de un libelo partidista trufado de vilezas. Cuatro demandas resueltas en favor de LA NUEVA ESPAÑA revelan su catadura moral. En una de sus querellas aún a trámite, con la que paradójicamente quiere proteger las prácticas del arecismo, reclama al periódico seis millones de euros de indemnización por dañar la imagen de la sociedad del suelo Sogepsa al informar sobre sus operaciones. La pregunta es cómo se las arregla para financiar caprichos tan caros.

CONCLUSIÓN. Cascos chocó a lo largo de su carrera política con muchos medios de comunicación en su empeño por manipular a la opinión pública -«El País», «El Mundo», la Cadena Ser, Kiss FM, Tele 5, RTVE, RTPA, incluso con alguno que hoy es aliado suyo-, pero nunca de manera tan virulenta como con LA NUEVA ESPAÑA. El ruido del ventilador que esparcía basura llegó a ser tan intenso y continuado que pudo aturdir a personas de buena fe. Durante estos ominosos meses escuchamos muchas veces la pregunta: «¿Qué os pasa con Cascos?», a lo que yo siempre respondí: «¿Qué le pasa a Cascos con nosotros?». Me enorgullezco de trabajar rodeada de periodistas valientes que no se dejan avasallar y que han demostrado una entereza encomiable. Mirándolo con cierta perspectiva, estaba obligada a dar una explicación a los lectores, principales víctimas de los déspotas que les niegan su derecho fundamental a estar informados.

Sentí vergüenza ajena cuando Cascos y su entorno exigían a sus fieles leer únicamente la bazofia de sus medios oficiales, elaborados con técnicas propias de Goebbels, pero aun así me gustaría poder pasar página. Mi deseo ahora es que deje a un lado la soberbia y trabaje al fin por la convivencia y el bienestar de la región. Las puertas de este periódico estarán abiertas, como lo han estado en todo momento, a cualquier político que represente a los asturianos y que tenga algo interesante que comunicarles, compartamos o no su punto de vista, como es norma de esta casa. A través de una información libre y una opinión plural nos declaramos esclavos de la verdad posible y siempre al servicio de los lectores, nuestros auténticos propietarios.