«Estamos bien, pero un poco más delgados», acertaron a decir ayer a sus familiares los avilesinos Ángel Sánchez Fernández y María Concepción Marlaska Sedano, secuestrados durante un mes en La Guajira colombiana y liberados a primera hora de la mañana de ayer por la Policía en un poblado de la zona rural de Maicao, cerca de la frontera con Venezuela. «Sufrí mucha presión psicológica», añadió Conchi Marlaska a los medios locales. Concluía así una experiencia que les ha dejado exhaustos, como podía apreciarse en las primeras fotografías que se han difundido de ellos. Según aseguraron sus familiares, tanto Conchi (prima hermana del magistrado de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska y trabajadora del centro de impresión de LA NUEVA ESPAÑA) como Ángel estaban muy afectados y deseando abrazar a sus familiares y dejar atrás la pesadilla vivida. Los avilesinos han perdido mucho peso después de pasar 31 días de campamento en campamento, sin poder comer bien ni beber agua en buenas condiciones sanitarias.

La liberación de los avilesinos se produjo a la doce y media de la noche, hora colombiana (las seis y media de la mañana en España) y fue una operación limpia, en la que no se usaron armas, según indicó el coronel Elber Velasco Garavito, jefe de la Policía Nacional de La Guajira. En el dispositivo intervinieron agentes del grupo antiextorsión y antisecuestro (GAULA) de la Policía colombiana y dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía desplazados a la zona.

Según relató Velasco, los avilesinos estaban al cuidado de una familia wayúu, en una choza similar a la que estuvieron en los primeros días de su secuestro, cuando fueron abordados, el 14 de mayo, en los alrededores de Uribia. La choza estaba situada en el sector de Kalatain, en la zona rural del municipio de Maicao, muy cerca a la frontera colombo-venezolana.

Los avilesinos se encontraban durmiendo sobre hamacas, en una improvisada enramada. Según Velasco, Ángel Sánchez se asustó un poco al ver a los uniformados, al creer que se trataba de otros miembros del grupo que les secuestró. Los secuestradores habían estado hasta hacía un rato en la choza, bebiendo. El mayor del GAULA que comandaba el operativo aclaró la situación rápidamente a los avilesinos: «Tranquilos, somos policías de Colombia». Conchi Marlaska y Ángel Sánchez recuperaban de esta forma la libertad. Los secuestradores, entre quienes se ha identificado a Cristian Sierra, Iraki Díaz y José Díaz, lograron escapar sin ser detenidos. Según medios locales colombianos, el grupo estaría formado por unas siete o diez personas de nacionalidad colombiana, venezolana y libanesa, y al parecer con contactos con España, puesto que, pocas horas después de finalizar el secuestro, fueron detenidos en Madrid dos empresarios por haber cobrado la primera entrega del rescate, unos 53.000 euros, según especulaciones de los medios colombianos, «una suma importante», según las fuerzas de seguridad del país sudamericano.

Los avilesinos estaban «aturdidos» en un primer momento, sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo, según añadió el coronel Velasco. Un par de horas después de ser liberados serían trasladados a la ciudad de Riohacha, la capital de La Guajira, donde el jueves se celebró una manifestación para pedir la liberación de los avilesinos y expresar que no estaban solos. En Riohacha se encontraron Conchi y Ángel con el gobernador del departamento, Francisco, «Kiko», Gómez Cerchar, y con el general en jefe del GAULA, Humberto Guatibonza, máximo responsable del grupo que llevó a cabo la operación. Los avilesinos fueron posteriormente conducidos a la localidad de Santa Marta. Por el camino pararon a tomar algo. «Lo primero que pidió Ángel fue una cerveza, antes de cualquier cosa», aseguró Velasco a los medios locales. Conchi Marlaska optó por beber agua.

Atrás quedaba el largo mes de cautiverio en unas condiciones higiénicas deplorables. Los avilesinos estuvieron una semana comiendo chivo, una de las bases de la alimentación de los indígenas en La Guajira. Como no tenían forma de lavarse los dientes, llegaron a deshilachar la ropa para utilizar las hebras como hilo dental.

Los asturianos fueron encadenados durante buena parte del rapto

Durante su cautiverio aseguraron que les vigilaban dos individuos, uno de ellos grande y gordo, que no paraba de comer y que les daba constantemente «arepa con queso». Conchi Marlaska confesó que había sufrido muchos problemas estomacales durante el secuestro, quizá por los nervios y la incertidumbre de la situación. Al inicio del secuestro les ataron las manos a los dos, y más tarde sólo encadenaron a Ángel Sánchez, que pasó de esta forma la mayor parte del tiempo, según aseguró a los medios locales el coronel Elber Velasco. Los avilesinos era constantemente trasladados de un punto a otro en camioneta, lo que dificultó en gran medida su localización. Durante su cautiverio se especuló con que hubiesen sido pasados al otro lado de la frontera colombiano-venezolana.

Una vez trasladados a Santa Marta, los avilesinos volaron hasta Bogotá, ya en compañía del embajador de España en Colombia, Nicolás Martín. Su mayor temor era verse en el espejo y comprobar los terribles efectos del cautiverio. Al bajar del avión, los dos avilesinos, que llevaban puestos chalecos antibalas del GAULA (y Concepción un típica manta wayúu de color rojo), saludaron a los periodistas que los esperaban en la terminal aérea de la Policía.

Desde allí, sin realizar declaraciones, fueron trasladados por personal médico al Hospital Central de la Policía Nacional, donde se les sometió a una exhaustiva revisión. A Concepción Marlaska también se le practicó una ecografía, para descartar lesiones internas. El resultado del examen fue satisfactorio, según fuentes cercanas. Tras su liberación, los avilesinos presentaban cierta deshidratación, pero no tan grave como para una hospitalización.

Tras el examen acudieron al Consulado de España en Bogotá para hacerse el pasaporte, puesto que el suyo les fue robado por los secuestradores cuando fueron asaltados. Tenían previsto pernoctar en la residencia de la Embajada de España, donde permanecerán hasta esta tarde. Está previsto que tomen un vuelo hacia Madrid a las seis y media (hora local; las doce y media de la noche, hora española). Aterrizarán en el aeropuerto de Barajas en la mañana del lunes, tras un viaje de avión de unas diez horas.

Finalizará de esta forma un viaje que iniciaron el pasado 1 de mayo, cuando volaron de Madrid a Bogotá y alquilaron un coche para realizar un periplo por tierras colombianas. Estuvieron en Villa de Leyva, un pueblo que mantiene su aspecto colonial, y otras localidades del departamento de Boyacá. Luego visitaron el cañón del Chicamocha, en Medellín, y finalmente llegaron a Santa Marta, el 10 de mayo. Su pista se perdió el día 14, cuando dejaron de tener contacto tanto con sus familiares como con sus compañeros de trabajo. Ayer pudo confirmarse que el secuestro se produjo en el Cabo de la Vela. La familia llamó al hotel donde estaban hospedados el 17 de mayo, cuando llevaban tres días sin hablar con ellos. Al saber que no habían pasado por el hotel se pusieron en contacto con las autoridades colombianas. Ese mismo día, la Policía encontró el coche alquilado por los avilesinos en la ranchería de Jirijitpana.

Al día siguiente, día 18, la familia presentó una denuncia ante el Cuerpo Nacional de Policía, que hace dos semanas desplazó a dos agentes a la zona. La misión de estos policías fue hacerse pasar por negociadores. La cifra inicial que se planteó fue la de 800.000 euros. La negociación se prolongó durante un tiempo hasta que se llegó a un acuerdo (se habla de 100.000 euros) y los secuestradores aceptaron cobrar un primer pago de 53.000 euros.

El dinero fue cobrado en Madrid por los dos empresarios detenidos, uno de ellos, el español, residente en Paracuellos del Jarama, y el sirio, en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Tras la liberación de los avilesinos, la Policía española entró en las viviendas de los empresarios y los detuvo. Y lo que es mejor, recuperó dinero entregado a los delincuentes.

En Colombia continuarán las investigaciones para dar con los autores del secuestro, y especialmente para identificar a los miembros no indígenas de la banda, que son ahora la mayor prioridad de las autoridades. Según las autoridades locales de La Guajira, hay una persona que cobrará la recompensa de 100.000 pesos que se ofreció a quien ofreciese datos que permitiesen la liberación de los avilesinos. El coronel Velasco aseguró que cada día recibieron hasta 6 llamadas de personas que aportaban las coordenadas sobre la posible ubicación de los secuestradores y sus víctimas. «Cada día íbamos descartando datos y depurando los detalles, hasta que finalmente obtuvimos el dato exacto», aseguró el comandante de la Policía colombiana. Todos han resaltado la colaboración de los wayúu para acabar con la pesadilla.