Lo que es toda una tradición en el santuario mariano de Covadonga, la retirada de las monedas que los visitantes suelen arrojar al estanque de la santa cueva a modo de ofrenda o deseo, acaba de convertirse en esta quincena del mes de octubre en un atractivo más para quienes se acercan al real sitio. Contemplar el pozón sin agua estancada es poco habitual, salvo cuando la ocasión lo requiere para limpieza del mismo. Y se aprovecha, además, para recoger el dinero echado a las aguas del estanque -a los pies del conocido como Altar Mayor de España, en el que se venera a la Santina en la santa cueva- por aquellas personas que realizaron en su momento la obligada visita a Covadonga, uno de los centros neurálgicos de peregrinación del Principado de Asturias.

Fue el 8 de octubre cuando se levantó para su vaciado la compuerta del pozón. Cuatro trabajadores -unos del propio cabildo de Covadonga y otros contratados expresamente- se ocupan estos días de la recogida de ingente cantidad de monedas que reposaban entre lodos en el estanque. Lo hacen a la vista de todo el mundo. Se aprovecha la buena meteorología reinante, así como la escasez de agua del popular chorrón (la cascada que surte el pozón) para acometer esta actuación. La última vez que se hizo fue en 2007, en tiempos de Florentino Hoyos como abad del santuario.

Los operarios vierten paladas de sedimentos, arenas y monedas para ir cribando todo el material. Seguidamente, van metiéndose las monedas en grandes sacos de plástico, como paso previo a su posterior limpieza, clasificación y conteo. En la última gran recolecta de monedas fue necesario para su lavado una pequeña hormigonera, utilizada para quitar en la medida de lo posible los residuos contenidos por el transcurso del tiempo asentados en la profundidad el estanque. Además, la retirada de las monedas coincide del mismo modo con la limpieza en condiciones del citado pozón, extrayendo numerosas piedras y notables cantidades de arena acumulada.

«Las diversas formas que tienen de manifestarse al exterior dependen del caudal del río que discurre por la altiplanicie. Por mínimo que sea, siempre está presente en la fuente del matrimonio y en un pequeño torrente que sale de una covacha al lado opuesto. Si el río crece en la altura, produce nuevas cascadas en la roca vertical de la santa cueva; primero, una en forma de abanico junto a la citada fuente; otra, después, en forma de cola a 8 metros de altura y, por último, la cascada central, el chorrón, a 20 metros de altura sobre el nivel del estanque. Esto constituye un espectáculo», escribió en su momento Emiliano de la Huerga en su libro «Covadonga».

«El pozón no se vacía por las monedas. Se hace por limpieza y mantenimiento del estanque cada cierto tiempo para ver cómo están las escaleras -la denominada de la promesa, que une la explanada del estanque con la santa cueva- y la cimentación?», explica Juan José Tuñón Escalada, abad de Covadonga, recién llegado de la localidad de Braga (Portugal), donde ha asistido a un congreso. «Lo que recogemos del pozón se destina, fundamentalmente, a obras de mantenimiento del santuario».

En los días que se lleva trabajando, tan sólo hubo uno en el que los operarios no pudieron cumplir con su cometido habitual a causa de la lluvia registrada en aquella jornada. Los trabajos podrían estar culminados, si nada se tuerce, la próxima semana, ya que se ha dado prácticamente por culminada la retirada de las monedas, a falta tan sólo de limpiar una de las esquinas del estanque donde se acumula una importante cantidad de arena, arrastrada por las cascadas procedentes de Orandi. De hecho, la compuerta del pozón ya ha sido cerrada para que el agua se vaya estancando. Una imagen con la que se han topado los que se han acercado a Covadonga este fin de semana.

Los operarios recogen las monedas que lanzan los visitantes al estanque de Covadonga a paladas, llenas además de barro. Luego se criba y el dinero se mete en bolsas de plástico.