Con relativa frecuencia aparecen en la prensa comentarios y quejas sobre la dificultad que tienen en Asturias las empresas para encontrar profesionales o especialistas en el sector del metal, más concretamente soldadores y caldereros.

La administración pública, año tras año, gasta cantidades importantes de recursos en la impartición de estas especialidades, sin que se vean los resultados. Algo falla.

¿Se necesita incrementar el gasto? Yo creo que no. El fracaso sería el mismo, pero más caro. O sea, peor.

Una de las causas, y puede que no sea menor, es lo que ocurre con la selección del profesorado de las clases prácticas, impartidas por ingenieros o titulados diversos que carecen absolutamente de formación específica sobre las materias en cuestión.

Con cualquier ingeniería se pueden impartir enseñanzas prácticas sobre torno, fresa, soldadura, calderería, etcétera. O sea, si eres ingeniero, eres tornero, calderero, tubero, soldador, etcétera. Qué frivolidad.

Con el mismo criterio podrían ser utilizados como cirujanos, radiólogos, etcétera, y acabar así con las listas de espera en sanidad.

Cumpliendo dichos requisitos, te presentas ante un grupo de ilusionados adolescentes, muchos en busca de sus últimas oportunidades, que, asombrados, enseguida detectan el problema -quien les tiene que enseñar, no sabe-. Qué desilusión. Muchos se van, de ahí el gran abandono escolar, y otros deciden esperar por un título... muy devaluado.

No hace tanto tiempo, en el medio rural las mujeres nos parían en las casas, sin ayuda médica; algunos animales domésticos eran esterilizados por vecinos o aficionados que terminaban convirtiéndose en matronas, veterinarios, capaores, etcétera.

Espero que la solución no sea tan extrema, pero tampoco tan sencilla que sólo consista en cumplir años y cobrar trienios, sexenios, etcétera.

Quizás en la Consejería de Educación sepan cómo se enseña sin saber; en cualquier caso, sería un bonito tema para otro día, porque, aunque parezca difícil, se intenta.