Félix VALLINA

Su tío el maquinista la convenció de que los paisajes se ven diferentes cuando vas en tren. Le explicó que a bordo de una locomotora no hay sitio para la monotonía, que cada día es diferente y que es un medio ideal para conocer mundo. María González le hizo caso, transformó el consejo en un sueño y ahora, a sus 22 años de edad, esta gijonesa se ha convertido en una de las maquinistas más jóvenes de toda España y en la única mujer que trabaja en ese puesto dentro de las empresas privadas de transporte de mercancías. Ayer estuvo en el puerto avilesino para llevar carbón hasta la térmica de Ponferrada y tuvo a bien compartir con este diario sus experiencias en un mundo tradicionalmente reservado al género masculino.

María González trabaja para la empresa Comsa Rail Transport, aunque su título también le permite pilotar trenes de pasajeros. A diario maneja un «gigante» de quince vagones que puede llegar a alcanzar una longitud de 510 metros y que transporta todo tipo de mercancías, desde papel hasta chatarra pasando por el carbón y las piezas para coches. Para ella no es problema, confía en su pericia y siempre tiene puestos los cinco sentidos en las vías, algo esencial en su trabajo. «Si estás bien preparado no hay que tener ningún miedo, lo más importante es estar muy atento y concentrarte en lo que estás haciendo en todo momento», señaló María González, que añadió: «Lo que más nos preocupan son los viandantes que cruzan las vías cometiendo imprudencias que pueden provocar accidentes muy graves».

La cabina de su Bombardier -una de las locomotoras más modernas del mercado- está plagada de palancas y monitores que no son ningún secreto para la joven gijonesa. «A esto lo llamamos tren-tierra y es un sistema de conexión con el centro de tráfico a través del cual nos ponemos en contacto para estar preparados ante posibles incidencias», aseguró María González, que también se esmeró en explicar las funciones del «Hombre muerto» -un pedal que el maquinista tiene bajos sus pies y que debe ir pisando cada cierto tiempo para dejar constancia de que sigue consciente- de los distintos sistemas de freno o de los mandos que hacen que se mueva la locomotora. «Puede alcanzar los 140 kilómetros por hora, pero con mercancías estamos limitados a 100. Muchos de los sistemas están enfocados a la seguridad, todo está controlado y antes de entrar a cualquier empresa te hacen unos exámenes médicos estrictos para que no haya ningún problema. Por supuesto nada de alcohol ni de drogas», racalcó la joven gijonesa.

María González no tiene ninguna queja de sus compañeros, que según explica, la tratan «como una reina». No en vano, sus compañeros Francisco Olivas (en prácticas) y Jorge Daniel Pereira, otro maquinista con experiencia, hablan maravillas sobre su capacidad. «Es muy buena y ya ha demostrado que sirve para este trabajo», señaló Pereira.

Para llegar a ocupar su actual puesto de trabajo María González ha tenido que realizar un curso de nueve meses y superar un examen en el que se exigen conocimientos sobre mecánica, leyes, conducción, infraestructuras ferroviarias y hasta historia del ferrocarril. Pero ha merecido la pena: «Mi ilusión era subir el Pajares conduciendo un tren de mercancías y ya lo he conseguido. Creo que he elegido bien mi profesión y no puedo estar más contenta de haber tomado este camino», aseguró. No obstante, María González advierte de que en su sector también se nota la crisis. «Yo he tenido mucha suerte, pero en esta profesión también hay mucho paro», subrayó.