"Las niñas están asustadas y me intentan convencer a mí para que le diga a su padre que renuncie. La pequeña estuvo ayer aquí (por el viernes), y quería darle algo de comer", aseguraba ayer Carmen Bacalu. Su marido, Francisco Gallardo, está en huelga de hambre desde el viernes, guarecido junto a otros cuatro compañeros -Víctor Calota, Alfredo Rodríguez, Roberto González y Rodrigo Natal- en una tienda de campaña a la entrada de Asturiana de Zinc. Reclaman que se les reconozca que la intoxicación por mercurio de la que fueron víctimas es una enfermedad laboral y el abono de las prestaciones económicas ahora bloqueadas. Bacalu, en solidaridad con su pareja, también pasó el día entero sin comer "para saber qué se siente".

Las familias son uno de los puntos de apoyo más importantes para los huelguistas y les acompañan en estos días de protesta. Ellas también soportan las secuelas que dejó el accidente industrial al medio centenar de trabajadores de la empresa Ingeniería Montajes del Norte (IMSA) que participó hace casi un año en la reparación de dos intercambiadores de la planta número 4 de tostación de Azsa y sufren por ellos. Sobre todo los familiares más directos, mujeres e hijos. "A Francisco se le caen los dientes, tiene problemas urológicos, neurológicos, insomnio, agitación... y eso nos afecta a todos", asegura Bacalu. "Estás cansado de tanto pelear y llevas los problemas a casa", añade Gallardo, de 51 años y con tres hijas.

La primera noche en huelga para los cinco de IMSA no fue fácil: el viento y la lluvia apenas les dejó dormir. A eso se suman las consecuencias lógicas que implican no comer, que se incrementan por las propias dolencias que sufren. Se mantienen a base de agua y no cuentan con seguimiento médico. "La Guardia Civil pasa cada poco por aquí para preguntarnos qué tal vamos y si necesitamos algo. Por el momento tenemos la moral muy alta y nos sentimos muy arropados por la familia, los sindicatos, el gobierno de Castrillón y la gente de IMSA, que se está portando muy bien con nosotros", explicó Alfredo Rodríguez. Los huelguistas critican que desde Azsa "no den la cara" y "la falta de ética" de la mutua. "La sanidad pública tiene que cambiar los informes", repiten insistentemente. Y es que la Seguridad Social no culpa directamente a la intoxicación de mercurio al calvario que están sufriendo.

"Estuve ocho días ingresado, con 512 microgramos de mercurio en sangre y cuando me dieron el alta el informe decía que tenía "probable intoxicación". No me dieron los quelantes. Fui a Valladolid al psicólogo y me dijo que los daños que tenía podrían ser irreparables", afirma Rodrigo Natal, el más joven del grupo de huelguistas. Ahora está en el paro y no tiene percepción económica alguna.

A Gallardo, tras el accidente con mercurio, no le dieron el tratamiento de desintoxicación y todavía tiene el metal pesado en su cuerpo. "No tengo paro y llevo cuatro meses sin cobrar nada. No volví a trabajar desde el accidente y el problema es que las empresas, cuando se enteran de que eres uno de los intoxicados, no te contratan porque saben que tarde o temprano te vas a poner de baja por enfermedad", comenta.

Víctor Calota, de 41 años, asegura que su familia lo lleva peor que él: "Mi hijo pequeños y mi mujer lo llevan muy mal y están deprimidos. Pero hay que luchar por ellos", asegura Víctor Calota. Él insta al Instituto Nacional de la Seguridad Social a que pida a los trabajadores de Azsa que se sometan a análisis en sus laboratorios para demostrar que también tienen mercurio en su sangre y orina: "La verdad, entonces, saldrá a la luz", sentencia.

Mientras esperan una solución, los cinco de IMSA se mantienen firmes en su decisión de no comer. "Vamos a luchar hasta la muerte", asevera Alfredo Rodríguez.