El equipo que investiga el hallazgo en la localidad asturiana de Arnao de los restos del que se considera el primer ferrocarril de España, utizado para el transporte de carbón, cree que una parte importante del mismo se encuentra sellada bajo una espesa capa de arcillas del acantilado donde fue localizado.

Además, otros indicios arqueológicos apuntan a la existencia de un espacio de la explotación minera por descubrir como una posible cuneta de desagüe y restos de edificios, según ha señalado a Efe Iván Muñiz, doctor en arqueología por la Universidad de Oviedo y director cultural del Museo de la Mina de Arnao.

Tras el primer hallazgo presentado ayer, Muñiz y el ingeniero de minas Guillermo Laine San Román, que forma parte del equipo de la compañía Hunosa que realizó las investigaciones, están coordinando la elaboración de un proyecto de intervención arqueológica y estudio histórico que garantice la excavación en área y el análisis integral de un patrimonio industrial que despierta enormes expectativas.

En este proyecto se espera que participe el Museo del Ferrocarril de Asturias como entidad asesora después de que la intervención arqueológica realizada junto a la antigua mina de Arnao, la primera explotación española con galerías submarinas, permitiera recuperar parte de un primitivo trazado ferroviario de inicios del siglo XIX que modifica la historia del ferrocarril español.

Hasta ahora se consideraba que los trazados ferroviarios más antiguos funcionaron entre La Habana y Güines, en Cuba, a partir de 1837, y entre Barcelona y Mataró, a partir de 1848, en el que, al igual que en el descubierto ahora, la tracción era animal.

El camino de hierro estaba sepultado bajo una capa de arcillas, en pleno acantilado de la costa y a unos nueve metros de altura con respecto al mar, lo que hizo que la intervención se realizase en condiciones muy delicadas después de que los temporales provocaran el colapso del terreno y dejaran a la vista el extremo de un carril.

Los estudios arqueológicos y de documentación escrita llevados a cabo por Iván Muñiz y Guillermo Laine con el asesoramiento de Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril de Asturias, y el ingeniero de caminos Juan Antonio Pelaez, han permitido aquilatar el modelo y proporcionar unas dataciones ajustadas.

El trazado emplea el tipo de carril patentado por John Birkinshaw en 1820 y estaría datado entre esta fecha y principios de los años 30 del siglo XIX y se trata, según Muñiz, de una pieza extraordinaria dentro del patrimonio industrial español en la que se emplea una cabeza convexa que atenúa la fricción de la rueda.

Esta tipología fue progresivamente sustituida por el carril diseñado por Stevens en 1831 e introducido por Vignole en Europa en 1836, origen del modelo que llega a nuestros días.

Muñiz ha explicado que la localización del camino de hierro in situ ha permitido estudiar el sistema al completo, con rasgos de notable arcaísmo que escriben una página imprescindible para entender los primeros momentos del ferrocarril nacional.

A su juicio, el hallazgo supone un hito en la historia de la revolución industrial española dado que el empleo de caminos de hierro en fechas tan tempranas sitúa a España a la altura de las principales potencias de la época.