El Puntal (Villaviciosa),

Mariola MENÉNDEZ

Los hermanos Eduardo y Ezequiel Bonhome representan a esos oficios que se encuentran en peligro de extinción. Ya jubilados, echan la vista atrás y recuerdan el trabajo de los carpinteros de ribera, de los que casi son ya una anécdota en el litoral asturiano. «Siempre fuimos ebanistas de muebles, hasta que pusimos el taller de carpinteros de ribera en El Puntal», explican. Hasta esta zona de la ría de Villaviciosa llegaban entonces muchas embarcaciones para ser reparadas. Los Bonhome aseguran que, «sabiendo hacer muebles, es fácil trabajar con barcas». Reconocen que en el oficio quedan pocos, porque han dado paso a la fabricación de los grandes astilleros, despidiendo a la elaboración tradicional.

Ezequiel Bonhome recuerda que entre los años cincuenta y sesenta hacían chalupas. «No era nada complicado, quizá porque nacimos entre ellas», reconoce. Tienen el privilegio de disfrutar de una espectacular vista a la ría de Villaviciosa, que en la pleamar casi alcanza la casa familiar, que da nombre a la playa que tienen enfrente, cuando baja la marea. Es la de Bonhome.

Los tiempos han cambiado y la madera, materia prima que se empleaba antaño para la elaboración de las barcas, ha cedido el testigo a la fibra, material con el que se confecciona la mayoría de las embarcaciones, apunta Ezequiel. «Son más seguras las de madera porque son más pesadas. Las de fibra, al pesar menos, el viento las desvía más. Pero ahora se construyen hasta barcos de pesca de fibra». Esta nueva tecnología aplicada a la navegación sí tiene una ventaja frente a la madera, y es que mientras las lanchas confeccionadas con este material deben ser pintadas periódicamente, las de fibra no, apunta Ezequiel. La última que salió de su taller fue hace 16 años. Una chalupa como aquella rondaba 12.000 de las antiguas pesetas y actualmente alcanza los 600 euros.

Pero el taller de los Bonhome también dio cobijo a embarcaciones que necesitaban ser reparadas. Algunas de ellas llegaban desde puertos vecinos como el de Lastres, indica Eduardo. El amor al mar y a la ría de Villaviciosa lleva a Eduardo a navegar casi todos los días en su barca de remo. «Me relaja y hago ejercicio para los brazos y las piernas. Es muy sano».

Destreza no le falta, ya que estos hermanos maliayeses realizaron también viajes turísticos entre El Puntal y Rodiles. Recuerdan que empleaban lanchas a motor de 9 metros de eslora y 3,2 de manga y el viaje costaba 5 pesetas. Eduardo muestra orgulloso un libro en el que se recopilan momentos de aquella época, en la que fueron pioneros en el sector. «Primero pasábamos a la gente a remo y después en barcas de motor». Agosto, mes turístico por excelencia, era cuando más viajes realizaban, superando las 20 vueltas diarias. El trayecto, entre escollera y escollera, apenas duraba unos minutos. Entre las principales anécdotas, los hermanos Bonhome recuerdan haber participado en el rescate de alguna persona ahogada. Hoy, sus tres embarcaciones («Primi», «Peque» y «M.ª Cristina») son parte de la historia de los Bonhome y de la propia ría.