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Carreño

Nuevas vistas para San Antonio

El emplazamiento de la ermita renacentista desmontada para evitar que cayese por el acantilado ha sido renovado como mirador turístico, a la espera del regreso del santo

El nuevo aspecto del emplazamiento donde antes se encontraba la capilla de San Antonio. Braulio Fernández

Han pasado más de dos años desde que el único ejemplo del renacimiento en Candás desapareciese. El acantilado quería llevarse la iglesia de San Antonio, del siglo XVII, pero el Ayuntamiento la desmontó y la guardó antes. Ahora, la zona se ha convertido en un mirador turístico con inmejorables vistas al Cantábrico, mientras la planta del templo sigue en el suelo. Es la huella que ha dejado San Antonio en Candás.

Los nostálgicos aún esperan que lo que ahora aguarda en un almacén de Perlora, las piedras que antes conformaban el templo, regresen al cabo de San Antonio, en un emplazamiento similar aunque más alejado del acantilado del que hasta hace poco ocupaba la ermita. Mientras tanto, muchas han sido las quejas advirtiendo del peligro que tenía ese lugar sin templo. "Recibimos incluso advertencias de un vecino que vio a varias familias fotografiarse las unas a las otras en el lugar de la planta del templo, al lado del risco", explica Luis Fernández, de la Asociación de Vecinos de Candás, y que hace ya un año presentó sendas quejas en el Ayuntamiento y a la policía local.

Ahora, y tras las últimas actuaciones municipales, el aspecto del emplazamiento es muy distinto. En primer lugar, se ha colocado un vallado de seguridad similar al que existe en el resto del cabo, desde los cañones de San Antonio, y hasta el faro. "Se trataba de una mejora imprescindible, necesaria, puesto que es una zona muy concurrida, y lo que era peligroso para el templo, estar tan cerca del acantilado, también lo es para cualquier vecino o turista", señala Fernández.

Pero es que además el aspecto del lugar ha cambiado, ya que donde antes parecía que se había desmontado un edificio, quedando patentes sus escombros, ahora parece que se rinde culto de nuevo. La planta de la ermita ha sido dibujada mediante losetas, y se ha recreado su perímetro con la colocación de un muro bajo, que aunque no es el original, recuerda la ubicación exacta del edificio religioso y permite además la circulación de turistas y vecinos por la zona sin peligro alguno.

"Se ha eliminado el peligro que había en el lugar, y además ha resultado un emplazamiento con cierto atractivo", resume Fernández. Una de las curiosidades que pueden comprobarse así es la escasa distancia, tan solo unos palmos, que separaron a la capilla de caer por el acantilado. Un entretenimiento mientras se espera por una solución financiera definitiva para devolver al santo al lugar en el que residió durante cuatrocientos años.

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