"Un talento único e irrepetible, pero sobre todo una excelente persona". Ésta fue sólo una de las innumerables frases de elogio que se escucharon ayer a la entrada de la iglesia de Pola de Siero antes del funeral de Nacho Rodríguez, poleso afincado desde hace unos 30 años en La Coruña que colaboró decisivamente en la expansión del imperio Zara hasta su inesperado y prematuro fallecimiento el lunes a los 53 años debido a las complicaciones de una neumonía.

Hasta el templo poleso se acercaron multitud de amigos y conocidos de Rodríguez, entre los que destacó una numerosa expedición de empleados de Zara con la mujer del dueño, el empresario gallego Amancio Ortega, Flora Pérez, a la cabeza. Ésta no quiso perder la oportunidad de dar su último adiós en tierra asturiana a alguien que tenía por gran amigo y era uno de los pilares de la compañía.

Casi media hora antes de comenzar el oficio religioso ya había más de un centenar de personas en la iglesia, que finalmente se llenó a rebosar. La llegada del marido de Rodríguez, Manuel Eirín, desató la emoción entre muchos de los asistentes que se fundieron en sentidos abrazos con el inseparable compañero el que fuera director creativo de Zara para tratar de consolarle.

La gran huella dejada en la empresa gallega quedó más que patente, pues fueron muchos los empleados que no pudieron contener las lágrimas al recordar la figura del que era para ellos todo un referente no sólo en cuanto a moda y decoración, sino en su forma ser. "Era el mejor jefe que se podía tener", declaró una empleada que trabajó codo con codo con él durante muchos años, mientras las lagrimas le arroyaban por las mejillas.

Otros no dudaron en destacar su disposición incondicional a ayudar a los demás en lo que estaba en su mano. "Fue la persona más voluntariosa que conocí en la vida, pues se prestaba a todo", indicó otra trabajadora que compartió incontables jornadas laborales con el sierense durante los últimos 30 años y calificó la desaparición de Nacho Rodríguez como "fatal e inesperada".

Sus amigos de toda la vida estuvieron también al pie del cañón. Contrariados por la gravedad de la pérdida, pero con pequeñas sonrisas acompañadas de miradas perdidas cuando les venían a la mente recuerdos imborrables. "Estaba en La Coruña, pero a la Pola siempre la llevó en el corazón", comentaron en uno de los muchos corrillos en los que pudo verse a gente conocida como el cocinero Nacho Manzano o el futbolista del Real Oviedo Diego Cervero, entre otros.

No menos emotivas fueron las palabras del sacerdote Andrés Fernández, natural de Pola de Siero y amigo de la familia del fallecido, que presidió la misa en compañía del párroco Sergio Martínez y el también religioso, ya retirado, Aurelio Viña. "Llegó a la cumbre sin darse ninguna importancia", manifestó Fernández en referencia a la humildad y éxitos profesionales de un poleso que contó además para su despedida con la actuación de los integrantes del coro Manín de Lastres.