Mieres / Langreo,

A. V. / M. Á. G.

Juan Carlos Pérez Corsino lleva 22 años y medio, unos 8.200 días, trabajando en el pozo Candín de Hunosa. Se ha quedado a apenas una semana de la prejubilación. Este minero langreano de 43 años debía haber accedido al retiro anticipado el pasado 8 de enero, pero desde el día 1 de ese mes las prejubilaciones en la minería han quedado en suspenso al expirar el Plan del Carbón 2006-2012 y no haber sido aprobado un nuevo documento para los próximos seis años. En un sector con fecha de caducidad fijada para 2018, que incluso puede adelantarse, las perspectivas para los trabajadores de las minas no son halagüeñas. El Gobierno ya les ha instado a buscarse una nueva ocupación ya que no tiene previsto programar nuevas prejubilaciones. «Que las quiten, no me preocupa. Lo que quiero es que garanticen que tendremos trabajo. El carbón tiene futuro», explica Pérez Corsino, en una argumentación que comparten la mayor parte de los compañeros que se encuentran en una situación similar.

Los mineros consultados por este diario entienden que los retiros anticipados en la minería son prescindibles si hay una oportunidad de que el sector, o al menos una parte sustancial del mismo, perviva. Así lo explica David Vázquez, trabajador del pozo allerano Santiago, quien cree que lo importante es salvar la actividad extractiva. «Nunca estuve de acuerdo con las prejubilaciones, porque lo fundamental es trabajar, y sacar adelante la minería para que haya trabajo para el futuro», asegura Vázquez, que añade: «Lo que hay que crear es trabajo que genere riqueza y con el que pagar, eso sí, las jubilaciones de la gente que ya ha trabajado suficientes años». Este mierense reclama que «haya minería para el futuro, y que nos dejen trabajar como lo venimos haciendo, porque si no hay minas y tampoco trabajos alternativos, no se de qué vamos a vivir en las Cuencas».

Los criterios del anterior plan minero fijaban que la edad de prejubilación sería a los 52 años de edad equivalente, que se calcula teniendo en cuenta la edad real del minero y los años trabajados y aplicando un coeficiente reductor que varía en función del puesto. De esta forma, los más beneficiados son los trabajadores que arrancan carbón, por la penalidad del trabajo y, los que menos, los que trabajan en el exterior de la mina. Para acceder a la prejubilación, además de tener esa edad equivalente a 52 años, el operario debe acreditar ocho o más años de cotización al Régimen Especial de la Minería del Carbón de la Seguridad Social, tener un contrato fijo en la empresa y una antigüedad de tres o más años. Numerosos trabajadores de las Cuencas se han beneficiado en los últimos años de un marco regulador de los excedentes del sector que ha quedado en suspenso.

Pérez Corsino es el minero más veterano del pozo Candín. «Es que los demás ya se prejubilaron. Ya no queda nadie de mi quinta», explica con media sonrisa en el rostro. El hecho de haber tenido el retiro anticipado tan cerca, lejos de suponer una decepción, refuerza las prioridades de este minero de Hunosa, que entró en el pozo en 1990. «Yo tenía que estar prejubilado según las condiciones anteriores, pero ya tenía asimilado que no iba a ser así. Hay que firmar otro plan pero el problema está en que si todavía no se pagó lo de 2012, difícilmente aguantaremos hasta 2014». Y añade: «Si desapareciesen las prejubilaciones y se mantuviese el sector estaría encantado. Me gusta el trabajo que estoy haciendo, disfruto con él y llevo disfrutando muchos años; si tengo que echar aquí otros nueve años, que serían los necesarios para jubilarme, no tendría ningún problema. Que me garanticen el trabajo. Las prejubilaciones que tanto nos echan en cara, que las quiten, no me preocupa».

Este minero de La Felguera afirma no entender la postura del Gobierno porque «al final el carbón esta ahí y podía sacarse. Siempre sería interesante tener alguna fuente nuestra y no depender del exterior. Pienso que nos vamos a arrepentir, pero gobernados por quien estamos y viendo que saliendo lo que esta saliendo aquí no dimite ni Dios... qué podemos esperar», afirma Pérez Corsino.

Este minero del Candín ya ha valorado la posibilidad de tener que buscar otro trabajo. «Posiblemente tendría que salir de aquí porque en Asturias ahora mismo, ¿quién encuentra algo? Tengo dos neñes y una hipoteca enorme y habrá que ver como se soluciona todo esto», añade Pérez Corsino, que antes de entrar en el pozo ya trabajó en la térmica de Lada y en la central nuclear de Santa María de Garoña, en Burgos, entre otros destinos. Entiende que el conflicto minero es un «problema político, no monetario». «Quieren deshacer el sector. Esto es una guerra contra los sindicatos, que en la minería siempre tuvieron un peso social enorme. Esta gente del Gobierno quiere desmantelarlo todo y lo mejor es desmontar cualquier movimiento social. Lo que cuesta el sector es ridículo, 111 millones en 2012, cuando se ven las partidas económicas que se mueven por ahí».

Carlos Álvarez Astorga también trabaja en el pozo Candín, que ha iniciado su proceso de cierre. Desde finales del pasado año ya no se saca carbón y las tareas se centran en la recuperación de maquinaria y tareas de mantenimiento, entre otras. «A mí me tocaba prejubilarme a finales de 2015 o principios de 2016. Si hubiera otro Plan del Carbón más me cogía, pero no me importa. Lo que quiero es acabar la vida laboral», argumenta este minero langreano, para precisar: «Que queremos la prejubilación son motos que vende el Gobierno para echarnos a la gente y a la opinión pública encima, solo pedimos trabajo». Este minero teme que el Ministerio de Industria siga «dando largas para acabar por asfixia con el sector», aunque sentencia, en referencia a las movilizaciones del pasado año: «Que tenga cuidado el Gobierno porque igual esta vez se levanta toda España; la gente está cansada». Álvarez reconoce que «nunca imaginé verme así, entré en Hunosa con la idea de que era algo fijo» y asegura que, en caso de que el sector llegue a su fin «habrá que buscarse la vida donde se pueda. Si tengo que ir fuera habrá que hacerlo; tengo que dar de comer a mi hija».

Luis Ángel Fernández, minero del pozo Santiago, contaba prejubilarse el próximo mes de agosto, pero la falta de un plan del Carbón que regule esta situación ha dado al traste con su ya planificada vida en el retiro. «La verdad es que lo veías cerca, y sí que te fastidia un poco que ahora se acabe con las prejubilaciones, porque viste a muchos compañeros marchar y ahora es un poco injusto», indica este trabajador, de 43 años, que entró a la mina en1988. Luis Ángel Fernández explica como anécdota que «quien más lo va a notar es mi hija pequeña, que me había pedido un caballo para aprender a montar, ya que cuando me prejubilase iba a tener tiempo para dedicárselo». Ahora, tras saber que, en principio, no habrá más prejubilaciones, su preocupación se centra en el futuro, y en tener un puesto de trabajo para salir adelante. «Si nos quitan las prejubilaciones pero mantenemos el puesto de trabajo, estará bien empleado, pero en el caso contrario, será un duro golpe para las Cuencas y para los mineros», asegura.

El mantenimiento de los puestos es lo esencial para Ángel Luis Freire, trabajador del pozo María Luisa en Langreo. A sus 30 años, a este joven no le hubiera tocado prejubilarse con las condiciones del anterior plan hasta 2025, una fecha utópica a tenor de la Decisión Europea que fija el cierre de los pozos no rentables en 2018. «Yo lo que quiero es trabajo, no me importa la prejubilación», asegura tajante Freire, que formó parte de los mineros que hicieron la marcha del carbón a Madrid. «Estando como están los tiempos, si el dinero de las prejubilaciones sirviera para mantener el sector y los puestos de trabajo estaría empleado muy bien, y los compañeros a los que les toca prejubilarse seguro que estarían de acuerdo en que las minas siguieran activas», explica el joven, que agrega que «hay que buscar una salida porque no nos queda nada, y lo que queremos todos es trabajar», zanja Ángel Luis Freire.

María José Martín Villar entró en la mina (está en el pozo Candín) tras trabajar en la hostelería, cuidando niños y ancianos, en el sector de la limpieza y como dependienta. «Al principio no lo veía claro, pero creí que sería algo estable. No entiendo que quieran cerrar las minas y, mucho menos, adelantar la fecha prevista», apunta esta trabajadora de la minería, que reside en Gijón: «Si nos quitan los pozos, ¿qué nos va a quedar en Asturias? Hay gente que piensa que este es un problema exclusivo de las Cuencas y no se dan cuenta de que puede suponer un golpe muy duro para toda la región».

Martín, que tiene a varios familiares trabajando en la mina, censura que el Gobierno «no cumpla lo firmado» y ahora impulse un plan «en solitario, sin negociar con los sindicatos». Sobre las prejubilaciones también se muestra categórica: «La gente critica que los mineros se van a casa con 42 años, pero hay que mirar el tipo de actividad. No es lo mismo estar detrás de un ordenador que arrancando carbón».

«Con el plan anterior ya estaría prejubilado, pero tenía asimilado que no iba a ser así»

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Minero del pozo Candín

«Nunca imaginé verme en esta situación, entré en Hunosa con la idea de que era algo fijo»

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Minero del pozo Candín

«Viste a muchos compañeros marchar y ahora la situación es un poco injusta»

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Minero del pozo Santiago

«El dinero de las prejubilaciones podría ayudar a mantener el sector»

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Minero del pozo María Luisa

«No es lo mismo estar detrás de un ordenador que arrancando carbón»

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Minera del pozo Candín