Resuelta la junta de accionistas del Sporting en treinta y cinco minutos, a poco más de minuto por cada uno de los treinta y uno que asistieron, el avance de José Ángel sobre La Rosaleda continúa. Al presidente, dolido con algunos foreros críticos con el traspaso del lateral, le gusta la operación y reivindica el trabajo del consejo como aval para que se apoye. O sea, que el trámite se cumplió y el traspaso se hará en cualquier momento, salvo sorpresa enorme de última hora.

Los asuntos de alta alcurnia están, sin embargo, en otros pagos. Por ejemplo, en el pago blanco del Real Madrid donde la impresión generalizada es que don José Mourinho y de las Alas Pumariño ha cruzado una frontera indebidamente. Hasta ahora sus peleas con medio mundo fueron seguidas con distancia o apoyo moderado por el poder real del club, el que ejerce Florentino Pérez. El domingo, el entrenador en una rueda de prensa esperpéntica arremetió contra el árbitro, contra el club que no le apoya, contra los jugadores, contra quienes no renuevan a Pepe y contra no se sabe quién más. El papel del entrenador no fue el mejor de su vida. Ni su papel ni el que mostró a las cámaras con malévolas intenciones.

Su papel fue un cúmulo de contradicciones. Apeló a su equipo como ejemplo de juego y entrega y luego aseguró que de haber estado en casa habría cambiado de canal de televisión para ver una partido de la Liga de Vietnam. Por no hablar de la petición pública de renovación del contrato de Pepe. Un entrenador no debe de meterse en tal charco al menos en público porque, sencillamente, encarece el producto, que el club querrá, en buena lógica, abaratar. Si se añade que el entrenador y el jugador comparten comisionista, todo se embrolla más.

Aunque fue el supuesto ataque a Valdano el más destacado por los analistas capitalinos y periféricos. Y ahí, más que en ningún otro aspecto, sí que ha pinchado en hueso. Ayer mismo (era martes, pero esto no era Bélgica) el propio presidente blanco salió en defensa de Valdano al que calificó como símbolo del club y rectificó con suavidad y elegancia al propio Mourinho. Lo del domingo fue un accidente, dijo Florentino Pérez. Los datos, como desvelaba ayer este periódico en magistral información, indican que el portugués ha cruzado una frontera indebida. Las guerras con los de fuera se aguantan hasta un punto; con los de dentro, vetadas. Mourinho no se ha dado cuenta que Valdano es una elección personal de la presidencia y que ir contra él es desautorizar al primer dirigente. Parece mentira que una persona tan aguda como él no se haya dado cuenta de ello. Ahora ha optado por callar por decisión propia o por consejo del equipo médico habitual.

No le vendrá mal al estratega portugués esta lección. Su presencia en el club blanco es clave en los tiempos que corren, pero él no es el inventor del Real Madrid ni es el entrenador que más logros ha alcanzado en la casa. Tiene mucho poder, pero no es el poder. Ni ha recibido delegación del mismo. Que no lo olvide.