Roma, Agencias

Silvio Berlusconi consumó ayer su dimisión como primer ministro italiano y abrió paso a la formación de un nuevo Gobierno italiano que presumiblemente estará presidido por Mario Monti, ex comisario europeo. «Il Cavaliere» cumplió el guión y presentó su renuncia, aunque no sin antes tratar de forzar la presencia de hombres de su confianza en el futuro Ejecutivo y de expresar ante la dirección de su partido (El Pueblo de la Libertad) que se reserva la opción de retirar el apoyo al equipo de Monti cuando quiera. Miles de italianos se echaron a la calle en Roma para celebrar la caída de Berlusconi.

Lo que no habían conseguido las acusaciones de corrupción y fraude fiscal ni los escándalos sexuales, lo ha hecho la presión de los mercados financieros sobre un país que está bordeando el abismo económico: apear del poder a Silvio Berlusconi (1936), el inefable político y empresario milanés que ha marcado los últimos quince años de la República de Italia. Tras perder la mayoría en el Parlamento y presionado también por las grandes potencias del euro, el hasta ayer primer ministro italiano había anunciado que dimitiría en cuanto las cámaras legislativas aprobaran los ajustes comprometidos con la UE para contener la desconfianza de los inversores, que en las últimas dos semanas han empujado a Italia, y con ello al euro, hacia el abismo.

El Congreso italiano dio luz verde ayer a las citadas reformas y Berlusconi, tras reunirse con la dirección de su partido y por última vez con su Gobierno, tomó el camino del Palacio del Quirinal, residencia oficial del presidente de la República, Giorgio Napolitano, a quien presentó su dimisión, como paso previo a la configuración de un Gobierno de tecnócratas, dirigido con toda probabilidad por Mario Monti, y que aplicará las medidas aprobadas ayer, entre ellas una subida del IVA (del 20 al 21%), el retraso de la edad de jubilación, privatizaciones y recortes laborales.

Miles de personas se fueron congregando a lo largo de la tarde en torno al Quirinale y a la sede del Ejecutivo, el Palacio Chigi, esperando la dimisión de Berlusconi. Antes de presentar su renuncia y en lo que fueron sus últimas declaraciones como primer ministro, Berlusconi no pudo ocultar su tristeza por la forma en la que abandona el poder. «Es algo que me ha dolido profundamente», declaró quien durante años ha basado su acción política en el populismo y el apoyo de las masas. Ayer fue despedido por los manifestantes al grito de «¡Buffone!» y con algunos entonando el «Aleluya», de Haendel.