M. C.

«Las cenizas de altos hornos que se emplean en la producción de cemento tienen un componente radiactivo, por eso se recomienda que pase algún tiempo antes de habitar una casa construida con cemento. Además la producción de cemento supone un derroche energético y una fuente importante de contaminación por CO2. La alternativa es utilizar los morteros de cal tradicionales, que son más sanos porque también son permeables y una pared cargada con ellos puede respirar», aseguró ayer Gilberto Soria, presidente de Llar, asociación asturiana de bioconstrucción

La defensa por parte de Llar del uso de los morteros de cal, los que se emplearon durante milenios hasta la popularización del cemento tras la Segunda Guerra Mundial, también se debe a que la cal una vez aplicada se va «petrificando» al absorber CO2 del ambiente, con lo que se recuperan parte de las emisiones que provocó la fabricación de este material de construcción, muy extendido por el sur de España.

Llar organizó ayer unas jornadas de bioconstrucción en las que impartió un taller sobre revocos y estucados con pasta de cal grasa en frío, para albañiles y profesionales de la construcción. En las jornadas también se impartieron sendas conferencias sobre la geotermia (el aprovechamiento energético del calor del subsuelo para climatizar las viviendas) y sobre los criterios de la bioconstrucción.

«La bioconstrucción es una forma de construir sana, respetuosa con el medio ambiente y sostenible. Una forma de construir con sentido común, que es algo que se está perdiendo bastante», señaló el arquitecto Diego Cabezudo, uno de los fundadores de la asociación asturiana.