María IGLESIAS

Supermercados Oblanca ha presentado un concurso de acreedores para la liquidación de la empresa, ante la imposibilidad de hacer frente a sus cuantiosas deudas. El gerente de la firma, Carlos Gutiérrez González, comunicó ayer la decisión, de forma oficial, al comité de trabajadores en una «breve» reunión, indicaron algunos afectados.

A partir del miércoles, 1 de julio, las cuentas de los supermercados comenzarán a ser gestionadas por administradores judiciales, hasta la liquidación de todos sus activos. Según cuentan los propios trabajadores, el gerente de Oblanca les habló de la «inviabilidad» de la empresa, ya «sin futuro». Los empleados aseguran que Gutiérrez se amparó en la crisis del sector para justificar el cierre inminente.

En este sentido, y para evitar esta situación, se había barajado la posibilidad de una absorción de los Supermercados Oblanca por parte de empresas como Masymas o Alimerka, aunque «no les interesa la compra», explicaron trabajadores presentes en la reunión. A los empleados de Supermercados Oblanca la noticia no les ha cogido por sorpresa, a pesar de que «el comité no nos había comunicado la situación». Según cuentan, Oblanca lleva dos meses sin afrontar los sueldos de la plantilla, formada por 65 personas. «Sabíamos que las cosas estaban mal; no hemos cobrado ni mayo, ni junio, además de las extras y los atrasos que nos deben», decían ayer.

Ante esta situación, los trabajadores aseguran estar viviendo un momento de incertidumbre porque «nadie nos ha comunicado oficialmente cómo van a hacer frente a nuestros pagos». En el caso de que la liquidación de los activos no sea suficiente para pagar a los trabajadores, los empleados tendrán que recurrir al Fondo de Garantía Salarial. «No sabemos qué va a pasar con nosotros», lamentaban. En la actualidad Supermercados Oblanca cuenta con cinco tiendas repartidas por la ciudad, tres menos de las que tenían hace sólo un año. El fundador de la empresa, José Antonio Gutiérrez Oblanca , abrió el primer supermercado en 1966. Por aquel entonces comenzó a despachar una tienda de ultramarinos, de 130 metros cuadrados, en la calle Fermín Canella junto a su mujer, Lucita González García. Cuatro décadas después, se había convertido en un reputado empresario con un centenar de trabajadores.