Eloy MÉNDEZ

Una enorme fotografía del Real Madrid colgada en una de las paredes de su habitación delata las tendencias merengues de Christian Álvarez. Este gijonés de 28 años le debe al club blanco buena parte de su pasión por el fútbol, que forjó también a base de partidillos con amigos en la pista deportiva de Ortiguera, el pueblo natal de su padre, en el concejo de Coaña, o en el pabellón de El Llano, donde reside. Su sordera parcial de nacimiento nunca ha sido un obstáculo para integrarse en campeonatos de «oyentes» ni para federarse en varios equipos asturianos. Más bien, Christian ha sabido hacer de la necesidad virtud y gracias a su limitación auditiva ha logrado un sueño inalcanzable para la mayoría de los chavales: vestir la camiseta de la selección. A partir de hoy, defenderá los colores nacionales en las «Olimpiadas Silenciosas» de Taipei, en Taiwán, una especie de juegos para sordos en la que participan representantes de cinco continentes.

El pasado mes de abril, Christian Álvarez recibió una carta de Presidencia del Gobierno en la que se le comunicaba la buena nueva. En realidad, para él no supuso ninguna sorpresa, porque forma parte del combinado español de fútbol para sordos desde hace ocho años. Sin embargo, por primera vez, disputará un campeonato de alto nivel en el extranjero. «En 2001 no pudimos ir a las Olimpiadas de Australia, porque la Federación no tenía dinero; y hace cuatro años yo no estuve en los de Roma porque tenía que trabajar», afirma. Ahora, su estancia en Taipei será de quince días «pase lo que pase en el torneo».

Antes de llegar a la cima, Christian ha tenido que acumular horas de entrenamientos y partidos. Con apenas 10 años se inscribió en el equipo del Colegio Manuel Rubio, para luego recalar en el Talleres Feijoo. Con el tiempo, cambió el césped por el parqué y entró a formar parte de la plantilla del Sordos Gijón Fútbol Sala. Después, jugó en el Masymas, el Oriamendi y el Sordos de Oviedo, donde finalizó la pasada temporada. Este verano fichó por La Volanta, conjunto que milita en Regional Preferente. A pesar de que abandonó las botas de tacos hace ya una década, su buen hacer en la pista le ha valido siempre la confianza del seleccionador de fútbol campo José Antonio Pérez, también sordo.

Gracias a eso, Christian asumirá la responsabilidad de ser el único representante gijonés en las «Olimpiadas Silenciosas». Lo hará como defensa central, una función muy apropiada para su metro noventa. «Estoy orgulloso, pero sé que será una tarea complicada, porque nos enfrentamos a equipos muy fuertes», señala. Aun así, confía en conseguir la clasificación para cuartos de final tras enfrentarse a los otros tres equipos del grupo español: Alemania, Irán y Nigeria. «Sin duda, el rival más complicado será el equipo europeo», vaticina.

Precisamente por tierras germanas pasó ayer la expedición española rumbo a Taiwán. En Fráncfort, la selección hizo escala después de tres días de concentración y convivencia en la ciudad del fútbol de Las Rozas, en Madrid. «Haces muchos amigos de todas partes con los que luego guardas relación, es lo mejor de estar en un equipo como éste», apunta el futbolista, que dice entenderse a las mil maravillas con el resto de sus compañeros tanto fuera del campo, con el idioma de signos, como sobre el césped, donde hablan el lenguaje más universal: la práctica del fútbol.