En el Colegio de El Llano, ubicado en medio del barrio más poblado de Gijón, los escolares ya no quedan para verse en cualquier rincón del patio. Ahora se citan bajo las moreras, al lado de la falsa acacia, al pie del fresno, junto a la photinia o cerca de los chopos. Y no se equivocan de emplazamiento ni se dan plantón porque entre las grandes lecciones con las que se cierra este curso escolar está la de haber constatado que «en este colegio hay un montón de árboles que ni conocíamos, tenemos hasta 12 especies distintas, por eso hemos podido hacer un catálogo», cuentan Lucía Arobes, de 7 años; Pelayo Díaz, de 8, y Sara Herrero, de 8.

Además de los nombres catalogados de árboles y arbustos -que antes sólo se sabía el conserje de El Llano, Pedro Niembro-, ahora los escolares y sus profesores también comentan que hay un mirlo que vive en el junípero, «aunque es bastante esquivo y le vemos muy pocas veces»; que las pegas tienen sus nidos en los chopos y que con los frutos de las dos moreras -una blanca y otra roja- que tanto manchan el suelo también se podría hacer mermelada.

Son algunas de las consecuencias que ha tenido la participación del centro escolar El Llano en el proyecto «Arce», un programa educativo nacional de dos cursos de duración, convocado por el Ministerio y en el que participan los gijoneses junto con una escuela de Reus y otros dos centros de Infantil y Primaria de Vigo y Alcázar de San Juan. Con el proyecto, basado en el «Año internacional de los bosques», se ha promovido la innovación educativa a través de un tema de interés común como es la ecología.

Fue así como «Un bosque para leer y navegar», que es el nombre del proyecto que les aglutina, acabó convertido en una enorme lección escolar que involucró este curso -y seguirá el que viene- a más de 300 alumnos (de Infantil a 5.º de Primaria), a 22 profesores y hasta al citado conserje. Y que les ha entusiasmado, además de servirles para hacer un catálogo de árboles de su colegio que servirá de base para que en un futuro encuentro de escolares en Reus, el próximo mes de septiembre, cada grupo explique las características de los bosques de su zona.

«Es un proyecto apasionante que apoya las tareas escolares desde otra perspectiva menos academicista; que invita a despertar la curiosidad, que estimula la investigación de los niños y las niñas y crea un vínculo afectivo y emocional entre profesores y alumnos de distintos entornos», sostiene Isabel Fernández, coordinadora del proyecto en El Llano. Las mismas sensaciones tiene Gloria Roca, otra de las docentes colaboradoras. «Es muy satisfactorio ver a los alumnos trabajando un tema que les interesa desde todas las áreas: plástica, matemáticas, lectura, escritura... Y, además de eso, vemos cómo miran, con un cariño especial, unos árboles que llevan toda la vida en el patio. Antes ni se fijaban en ellos y ahora ¡hasta tienen nombres que los identifican..!.».