Luján PALACIOS

Desde hace un par de años, el órgano de la Iglesiona suena con alma femenina. Susana Álvarez Otero es la encargada de poner sonido a la misa de diez en la basílica del Sagrado Corazón de Jesús, después de mucho tiempo sin que nadie ocupara el puesto en las misas de domingo y casi por casualidad.

Álvarez Otero es, entre otras muchas cosas, doctora en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Oviedo y profesora titular en la rama de Economía Financiera y Contabilidad. Es pionera y experta en el estudio del fenómeno de las salidas a Bolsa mediante oferta pública inicial, y entre sus méritos cuenta además el de ser pianista de larga carrera. Una vocación que casi se convierte en su principal sustento antes de que decidiera dar un nuevo rumbo a su vida. En la actualidad, tocar el órgano en las eucaristías dominicales le sirve «para restañar una herida por la que todavía sangro».

Tal es el amor de Susana Álvarez Otero por la música. Tanto que inició sus estudios musicales a los 7 años en el Conservatorio de Oviedo, y finalizó los cursos de piano a los 15 años. Después, durante dos años, estuvo preparando los cursos de virtuosismo pianístico con el catedrático del Conservatorio Luis Vázquez del Fresno. Pero antes de llegar a examinarse en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, decidió que lo suyo eran los números y se matriculó en Economía.

«Podría haber hecho carrera como profesora de piano, y de hecho obtuve el título en 1989 en el Conservatorio Superior de Oviedo, pero mi sueño era ser concertista. Y como no llegaba al nivel que yo quería, decidí seguir otro camino», relata, a la par que reconoce que el piano «es mi espinita clavada, algo que llevo siempre conmigo y que practico cuando tengo algo de tiempo libre».

Por eso, cuando en su parroquia de Lavandera supo de la existencia de un armonio en mal estado, Susana no dudó en apostar por restaurarlo y empezar a tocarlo en las misas dominicales y en los días de fiesta. Hasta que su fama como organista traspasó fronteras y Javier Vilumbrales, sacerdote adscrito a la basílica, tuvo conocimiento de su buen hacer.

«Me invitaron y aquí estoy, todos los domingos y fiestas de guardar, y eso que también toco en Lavandera», relata la organista, quien, además de tocar, también canta y, de hecho, «acudo a clases con una logopeda para aprender a cantar y a respirar, porque me resulta difícil por tener que hablar mucho durante las clases en la Universidad».

En el órgano de la Iglesiona ha encontrado la vía para «desquitarme un poco» de su vocación frustrada, y está contenta con el resultado. «Es un instrumento que lo agradece, en un entorno maravilloso, y creo que el resultado es bueno», asegura. Entre su repertorio se cuentan, además de las obras tradicionales de la misa, «algunas piezas de Bach, porque a Vilumbrales le gusta su creación y porque me gusta mantener la tradición de tocar este tipo de piezas al finalizar la misa, como se hace en los países de Centroeuropa para que la gente desarrolle el oído y el gusto por este tipo de música».

Con todo ello y con dos hijos de corta edad, Susana Álvarez Otero casi no dispone de tiempo libre, pero tiene claro que para el órgano siempre hay un hueco. «Siempre digo que tengo los dedos y el corazón rotos por haber tenido que dejar el piano, pero ésta es una buena terapia».