Desde el pasado 13 de octubre no tocaba la OSPA en Gijón, de manera que el público quiso aprovechar la oportunidad y poco faltó para llenar el patio de butacas. Casi insólito pero regocijante. Lástima que la media de edad de la asistencia rondara los sesenta años; la juventud pasa. El concierto, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, giraba en torno a dos autores, Franz Schubert y Wolfgang Amadeus Mozart, dirigidos no por el titular de la orquesta, sino por el australiano Benjamin Bayl, que no es nuevo en plaza, ya que ha dirigido a la orquesta de la ópera de Oviedo en varias oportunidades.

Hemos de decir que la caja escénica del teatro Jovellanos anoche había cambiado; era totalmente negra en vez de contar con los acostumbrados paneles de madera que la guarnecen.

El concierto se inició con la obertura de "Los conjurados a la guerra", obra póstuma de Schubert, que no llegó a conocer su estreno. Es una composición armoniosa, dulce en ocasiones, alegre y persuasiva; en el fondo, el texto trataba de persuadir a las mujeres de Atenas y Esparta de la abstinencia sexual con los hombres como un medio de convencerlos de que no fueran a la guerra.

Una vez recompuesta la orquesta era el turno de Mozart, con su sello inconfundible; en los primeros compases de su "Concierto para clarinete en la mayor", se deja ver de un modo tan rotundo que invita a la alegría. Actuó como solista el alemán Andreas Weisgerber, todo un virtuoso que marcó una audición memorable con su clarinete. Al finalizar tuvo que salir repetidamente a escena y aun así no cesaban los aplausos, lo que le decidió a ofrecer un bis. Un bis sorprendente. Formaron frente al público cinco músicos; flauta, tromba, el clarinete de Andreas Weisgerber, fagot y oboe. Interpretaron una obra corta y divertida, "Requinta maluca", del compositor brasileño Julio Medaglia. Fue largamente ovacionada.

Tras el descanso, un plato fuerte, la Sinfonía nº 9 en do mayor, de Franz Schubert, denominada "La Grande", descubierta por Schumann tras la muerte de aquél. Compuesta en cuatro movimientos, es en verdad grandilocuente, seria y colorista. Hay quien dice que esta "Novena" puede igualarse a la de Beethoven. Al final, el público abandonó el teatro satisfecho, había asistido a un gran concierto.