Pelucas, gafas, caretas, sombreros... El Albergue Covadonga festejó ayer el Carnaval a las puertas de la Navidad. Pero el objetivo no era adelantarse al Antroxu, sino acercar la fundación a los vecinos con la diversión como gancho. El photocall carnavalero, instalado en su entrada, fue un éxito. "Yo cogí lo que pude: gafas, flores y pañuelos. La verdad es que no sé de qué mi disfracé, pero es muy divertido", cuenta Ana Gloria Muñiz, vecina de El Coto. Ella fue una de los muchos gijoneses que se acercaron al albergue con motivo de unas jornadas de puertas abiertas organizadas en el marco del Día Mundial de las personas sin hogar.

"Invitamos a la asociación de vecinos de Laviada a conocer las instalaciones, montamos talleres de repostería, elaboración de pulseras de cuero y velas artesanales, y acabamos con una chocolatada", explica la directora de la fundación, Cristina Avella. "Muchas veces se conoce lo peor del albergue y queríamos hacer una jornada festiva", apunta la educadora social Concha Durán. Pese al frío, el Albergue Covadonga todavía no ha llenado sus 87 plazas disponibles. "Otros años por esta fecha subía la ocupación, pero de momento no lo estamos notando. Tenemos cubiertas 52, osea que tenemos suficientes para afrontar el invierno", puntualiza Avella.

No fue el único acto solidario ayer en Gijón. El Restallu no falló a su cita anual con la cocina económica. Según sor Franca Pascual, cada vez que los dueños de la popular sidrería toman los fogones de la Asociación Gijonesa de la Caridad, el número de comensales se multiplica. "Empiezan a funcionar los móviles y se avisan unos a otros. En vez de 200, al final aparecen 240 a comer", afirma una de las hermanas. Ayer justamente fueron 240. Una cifra alta, aunque menor a la de años anteriores. "Se nota que la crisis la vamos superando", asegura Pilar Álvarez, propietaria de El Restallu. En sus más de 15 años de labor social ha llegado a cocinar para más de 300 personas: "Empezamos con 110 y con la crisis fue subiendo".

El menú consistió en fabada de primero, cachopo de merluza relleno de queso y jamón de segundo y tarta San Marcos de postre. Para la comunidad musulmana, hubo fabas con almejas y también cachopo, aunque sin jamón. Además de Pilar Álvarez, al frente de los fogones estuvieron también Antonio Gordillo, Miguel Ángel Arroyo y Esther Garrido desde las 9 hasta las 12 de la mañana. "Siempre ponemos buena materia prima y todo el cariño", destaca Álvarez.

"Ya los esperamos todos los años. Si no vienen, los echamos de menos", indica sor Franca Pascual, que agradece el apoyo del restaurante El Restallu e invita a otros hosteleros a cambiar por un día su cocina por la de la Asociación Gijonesa de la Caridad. "Cuando sabemos que vamos a comer mejor, viene más gente", expresa Paco -prefiere no dar sus apellidos-, primero en la cola ansioso de probar la fabada: "De aquí siempre marchamos bien".