Un gijonés de 63 años ha sido condenado a tres años de cárcel por apuñalar en el tórax a un bombero de la ciudad, de 51 años, que le recriminó que llevase a varios de sus perros sueltos por la calle. El procesado, cuya pena ha ratificado ahora la sección octava de la Audiencia Provincial de Asturias, deberá indemnizar a su víctima con 2.967,82 euros y al Sespa con 246,80 euros.

Los hechos juzgados tuvieron lugar en febrero del año pasado en la calle Río Cares, en el barrio de Contrueces, pasada la una de la madrugada. El condenado -que responde a las iniciales R. F. S. A., tiene antecedentes por tráfico de drogas y y es vecino del barrio- paseaba por el barrio cuando la víctima de estos hechos le reprochó que llevase a cuatro perros sin correa (un labrador, un yokshire, un pastor alemán y otro de menor tamaño) y le instó a que los controlase para evitar que mordiesen a alguien. Esta indicación alteró visiblemente al ya condenado, que sacó una navaja de entre sus pertenencias y le asestó una puñalada a la altura del tórax que le causó una herida incisa en cara anterior del hombro izquierdo que, tras 33 días para su curación, le dejó una cicatriz de dos centímetros.

Este extremo siempre lo ha negado el condenado, ya desde que fue detenido por la Policía Nacional y declaró en fase de instrucción. Su versión de los hechos era que actuó en defensa propia porque se sintió amenazado después de que el bombero le persiguiese hasta su portal. Al romperse la ventana de la puerta cogió uno de esos cristales para defenderse. Pero no era cierto. Según confirma la sentencia de la Audiencia Provincial -que desestima el recurso contra la condena del Juzgado de lo Penal 1 de Gijón- "son varias las pruebas que evidencia la utilización de una navaja", entre ellos, la versión de una testigo. Además los investigadores encontraron gotas de sangre en el lugar del ataque que describió la víctima y no en el portal como intentó argumentar el procesado, al que han desestimado el recurso.