Vegadeo,

A. M. SERRANO

Nadia Santos quería saber si la científica Margarita Salas había sentido, cuando empezó a investigar, discriminación por su condición de mujer. La respuesta para esta alumna de instituto de Vegadeo y de boca de Margarita Salas fue afirmativa. La bióloga, una de las personalidades colaboradoras del Foro Comunicación y Escuela del centro educativo veigueño, no ocultó que sus inicios en el mundo de la investigación, aún apadrinada por el Premio Nobel de Medicina Severo Ochoa, fueron difíciles, y que vivió el machismo y se sintió «invisible». «Yo era "la mujer de Eladio Viñuela"», confesó. Hasta el punto de que su marido dejó la investigación que ambos habían iniciado justos, para hacer visible a su esposa.

La científica valdesana desveló ayer, ante más de un centenar de alumnos, este y otros secretos de su vida científica y profesional. Tras una ponencia en la que detalló la vida de su mentor, el luarqués Severo Ochoa, respondió a las preguntas de los alumnos, que se interesaron por los trabajos en lo que está inmersa en la actualidad Margarita Salas y por su elegido destino como bióloga molecular. «Si no hubiera conocido a Severo Ochoa, tal vez hubiese sido química», explicó ante el público.

La bioquímica explicó que sigue trabajando en el mismo virus que hace décadas, en el Centro de Biología Molecuar de Madrid, y que, en su caso, no tenía vocación de científica. «No fui de esas niñas que ya sabían a qué se querían dedicar desde pequeñas», respondió a la pregunta formulada por el alumno Pedro Martínez.

A la bióloga no le faltó ni un detalle de su vida junto a Severo Ochoa, un exponente del mundo científico español, del que ayer habló sin tapujos. María López, de Bachiller, quiso conocer la cualidades del que fue Premio NObel de Medicina en 1959, al menos, al que observaba en él Margarita Salas en él durante su trabajo en común en laboratoris de Nueva York y Madrid: «Era muy riguroso y sencillo». A Severo Ochoa le gustaba, de hecho, revisar cada uno de los experimentos que realizaba a diario su equipo y siempre tenía la misma pregunta: «¿Qué controles llevas?». «Él no admitía que se hiciera algo más y por eso daba mucha importancia a los mecanismo de control».

Margarita Salas, que recorrió la vida de Ochoa, y a la vez la suya, con palabras e imágenes, recordó que fue el Premio Nobel de Medicina en 1959 el que despertó su pasión por la biología. Se acercó al bioquímico, por primera vez, cuando cursaba el tercer curso de Químicas. No se separó más de él.

A los alumnos de Vegadeo, que ayer disfrutaron de una ponencia más de la preparadas durante esta edición del tercer Foro Comunicación y Escuela, les quedó ya grabado que Severo Ochoa «no tenía secretos sobre su trabajo» y que su pasión por investigar, pero sobre todo su esfuerzo desde que acabó su carrera universitaria, le llevó a lo más alto y a conquistar uno de los renocomiento de mayor prestigio del mundo: un Nobel.