Vegadeo,

T. CASCUDO

«No tengo que desperdiciar tontamente mi tiempo ni mis cuadernos». La frase, terrible, la tuvo que escribir 1.000 veces como castigo Carmen Gómez Ojea cuando era pequeña por escribir relatos cortos en las hojas de deberes. La escritora gijonesa derrochó simpatía ante los alumnos de tercero de ESO del instituto Elisa y Luis Villamil de Vegadeo y utilizó la pena que le impuso «la señorita Juanita» para explicar que los comienzos en el mundo de la literatura pueden ser difíciles.

Ojea, participante en la tercera edición del Foro Comunicación y Escuela, trató de aconsejar a los jóvenes estudiantes sobre su manera de introducirse en los libros. Lo que sin duda más gustó a los alumnos es que la escritora coincidiese con ellos en que «El Quijote» no es un libro para leer del tirón. «Creo que no se debe leer de una sentada; así no se lo daría a leer a nadie». Y acto seguido se ganó el mayor aplauso de la jornada. La profesora del Departamento de Lengua, Eva Pérez, precisó que «El Quijote» que leen los estudiantes veigueños no es el original, sino una adaptación.

Gómez Ojea hizo hincapié en la importancia de la lectura, pero consideró que no es positivo insistir en libros que no motivan: «A los jóvenes les diría que si, al abrir un libro, en el tercer párrafo notan que no les dice nada, que busquen otro, que no se torturen».

Sin duda, el mayor número de preguntas se concentraron en dos de sus obras, que son de lectura obligatoria en el centro: «Cleopatra en un cuaderno» y «Bailaremos en el río». En ambas se narran sendas historias de amor y por eso Ojea, colaboradora habitual de LA NUEVA ESPAÑA, aconsejó a los veigueños que disfruten de su primer romance: «La adolescencia es la época de los versos, de las canciones y del amor. El primer amor hay que vivirlo y recordarlo en el tiempo de la vejez como algo luminoso. Debe ser una especie de talismán».

Gómez Ojea desveló que cuando era niña soñaba con vivir en un tejado con chocolate, galletas y libros y que por el camino encontró su pasión por la escritura. Una pasión que lleva a todas partes, ya que sus borradores la acompañan hasta mientras hace croquetas. Tras la ronda de preguntas, firmó a los alumnos ejemplares de sus libros.