Se entiende por algoritmo al conjunto ordenado y finito que permite hallar la solución de un problema. El insomnio propiciado por el miedo y la desilusión de una tregua hecha añicos por la sinrazón y la dinamita, pues me dio pie a elaborar mentalmente una hipotética secuencia de acuerdos con final feliz. Comencemos con la aproximación de los partidarios de la negociación con los no negociadores, dentro, eso sí, del hermético marco constitucional. Nada fácil, el gobierno del diálogo adolece de un optimismo de porcelana y los que están en la oposición de un revanchismo crónico que expresan abiertamente instalándose en el «no» absoluto. Tengamos fe en los milagros, la varita del hada madrina se pone a funcionar y acuerdan los irreconciliables (a los que pagamos los españoles un sueldo de tres pares por ponerse a parir) sentarse en una mesa de castaño con los dirigentes vascos. Ya tenemos, pues, la mesa de negociación. Pongamos ahora sobre la misma las cartas boca arriba: independentismo versus españolismo. Al barajarlas saldrán chispas, sapos y culebras. Como la imaginación en el seno del insomnio es gratis, pienso que un duende da a cada uno de los compromisarios un canuto de maría de la buena y entre el jiji y el jaja encuentran una fórmula federalista equidistante que les satisface. Bueno, ya tenemos la mesa, las cartas boca arriba, y ¿ahora? La de mi madre, los de la AVT pondrán el grito en el cielo, saldrán a la calle, apedrearán las sedes de los partidos políticos, algunos cantarán himnos fascistas y lanzarán soflamas reclamando el antiguo régimen, y los columnistas de ultraderecha tildarán de melifluos y traidores a los que negociaron. Este contravandalismo sólo Dios lo puede arreglar, así que una tarde de nube gris, un rayo de sol ilumina a los manifestantes y se escucha desde el cielo la voz grave del Señor: «Amaros los unos a los otros, aunque los otros sean vascos». A obedecer que lo manda Cristo. Recopilemos, primero fue la mesa, luego la creación de un estado nacional híbrido, y el tercer logro la sumisión a la voluntad divina del amor entre las razas. Es preciso, en este momento, organizar social y políticamente el nuevo territorio. Vamos a por el cuarto milagro. En Euskadi se encuentran ahora nacionalistas radicales de izquierdas, de corte marxista leninista, y los nacionalistas no radicales de derecha de toda la vida y defensores del voraz liberalismo económico, sin olvidar que un grupo no poco numeroso seguiría aferrado a las prebendas que recibía del Estado español. Es preciso formar un gobierno democrático en una Euskadi a tres bandas: los defensores de la bomba, los de las perras y los que aún piensan que el acueducto de Segovia es bello. El despertador me descojonó el último paso del algoritmo. Me duele mucho la cabeza. Mañana, a la noche, Orfidal que te crió.