En enero de hace ahora cuatro años, el joven y gran violinista Joshua Bell vio cómo un público de fieles llenaba hasta los topes una sala de conciertos de Boston para escucharlo, tras dejar en taquilla los 100 dólares que costaba cada butaca. Días después, cambió su traje de concertista por unos vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol, se dirigió a una estación de metro de Washington, puso la funda de su Stradivarius (valorado en tal fortuna que, de sólo imaginarla, se me ponen los ojos como los del Tío Gilito) sobre el suelo, atacó una chacona de Bach y, al cabo de tres cuartos de hora, había recaudado? 32 dólares justitos. La gente pasaba de largo y pasaba de aquel tipo. Claro está, nadie había pegado carteles, las televisiones y radios no lo habían anunciado, la prensa (un periódico organizaba el experimento) no había dicho ni mu, internet guardaba silencio. Conclusión: para que la gente hubiese reconocido en Joshua Bell a un grande habría que haberle dicho antes a la gente que Joshua Bell era un grande.

El mes pasado, un bromista zumbón colgó en su web un enlace para descargarse gratis «La caída de los gigantes» de Ken Follet (www.criticadelibros.com/novela-historica/la-caida-de-los-gigantes-ken-follet/). Escribió unas líneas elogiosas sobre tal superventas? pero no subió a la red la novela que prometía, sino «La Regenta», de Clarín. Así, tras el nombre del escritor galés y el título de su última narración, el ciberpirata aprovechado se encontraba con «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes?». Es decir, Vetusta a tope, el Magistral, Ana Ozores? nada de sufragistas, mineros, revoluciones rusas, la Gran Guerra ni cosa alguna del folletín folletiano. ¿Saben ustedes cómo reaccionó el 90% de quienes aprovecharon la descarga? Tragándose el engaño y dándole las gracias a quien lo perpetró. Conclusión: para que la gente reconozca «La Regenta» de Clarín hay que haberle dicho antes a la gente que va a leer «La Regenta» de Clarín.

¿Y a quién reconoce el personal autoridad suficiente para sostener que Joshua Bell es un fenómeno o un músico callejero del montón, que el texto que sigue es «La Regenta» o «La caída de los gigantes»? Al primero que pase, al primer indocumentado que lo escriba en un blog, al primer ocurrente que lo twittee, twitee o lo escriba en un twitt o twit o tuit, al primer mindundi analfabeto que propague su ignorancia desde una web, al primer alcornoque berzotas que sepa teclear su necedad con un dedo en un ordenador, a cualquiera. Tras haber banalizado y envilecido a la cultura convirtiéndola sólo en espectáculo, el Poder ha conseguido que la crítica autorizada no exista, lo que siempre constituyó su máxima aspiración. «¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!», decía Discépolo? ¿o era Di Stéfano?