Cuando los iluminados llegan con sus chisteras prometiendo pan y circo a la plebe necesitada hay que echarse a temblar. La penúltima ocurrencia es una macroestación de esquí en San Glorio que, según juran por sus millones un puñado de ricos, sacará de pobres a todos los vecinos de León, Palencia y zonas adyacentes. Antes, eso sí, esos vecinos, usted y yo tendremos que pagar de nuestros bolsillos las infraestructuras públicas, las carreteras por las que, dicen los augures, hordas de turistas con las faltriqueras repletas de maravedíes llegarán a los cientos de chalés adosados que se adivinan en el horizonte del último reducto del oso pardo cantábrico. Oro, mucho oro que se embolsarán los de siempre: los promotores y los bancos, esos mismos a los que rescatamos por decreto cuando las cosas vienen mal dadas. Y el pueblo desamparado, arrastrándose por las migajas que van quedando del festín de los potentados, mientras grita: «¡Vivan las caenas!» En esas andamos. Nada hemos aprendido. Todavía.