P. G. / Agencias

El aficionado «tipo» a la ópera del Campoamor tiene fama de clásico. Quizá por una tradición de sesenta y dos años de ópera en Oviedo que ha sobrevivido a guerras y miserias económicas. Por eso, cuando el público recibe con pateos a los responsables escénicos del título en cuestión -la temporada pasada las elegidas fueron Mariame Clément («El barbero de Sevilla») y Susana Gómez «Un ballo in maschera»)- se critica al respetable por antiguo.

La apertura de la temporada de La Scala de Milán, uno de los templos mundiales de la lírica, ha dejado las trifulcas del pequeño Campoamor en un mero rumor. Ante una audiencia global y tras una ovación de 12 minutos a los cantantes y al director musical, Daniel Baremboin, la directora escénica de la archiconocida «Carmen» fue el objetivo de los enfervorecidos aficionados milaneses en lo que ya se ha considerado un paso más en el deseo de provocación que, según sus críticos, domina las casas europeas de la ópera. El estreno de Emma Dante cosechó fuertes abucheos, equivalentes a los pateos ovetenses. Incluso hubo insultos para la joven siciliana, improperios que pudieron oírse en la proyección de la función de estreno en cines de numerosos países.

Fue una «Carmen» blasfema para algunos, en una función que contrapuso la laicidad de la protagonista a una opresora sociedad religiosa. Las obreras de la fábrica de cigarros fueron monjas. Y alrededor de los protagonistas flotaron cruces, ex votos y toda una colección de símbolos sacros. También pudo verse un parto en plena calle -en la pasada temporada del Campoamor se protestó una inocente depilación y un parto en una clínica clandestina-, mujeres que se pelean de forma salvaje y un atribulado Don José -a cargo del tenor Jonas Kauffmann- que, antes de acuchillar a su amada Carmen, interpretada por la debutante de 25 años Anita Rachvelishvili, la viola mientras ella canta.

Una doble violación -la del personaje y la del libreto- para la que también hubo gritos de «¡Brava!». Y aplausos para una directora que, en otros momentos, aportó soluciones brillantes al libreto basado en la novela de Prosper Mérimée. Incluso Baremboin dio un paso al frente para compartir abucheos con Dante, en clara demostración de que él sí apoyaba el trabajo de su compañera. Los enfrentamientos entre quienes desean un respeto absoluto a los libretos y quienes abogan por su renovación echan con «Carmen» un leño más al fuego de la ópera.