Barítono, cantará «La Traviata» en el Campoamor

Javier NEIRA

El barítono italiano Gabriele Viviani será Germont en la ópera «La Traviata», de Verdi, que se pondrá en el Campoamor el próximo 13 de octubre. En la tarde de ayer, a punto de entrar en un ensayo, Viviani analizó a fondo su personaje -padre del enamorado Alfredo y opositor cerrado a sus relaciones con Violetta- y contó cómo su abuelo llevaba la leña a la casa de Puccini, aunque prefería a Verdi, no tan moderno.

-Así que el malvado Germont.

-Los errores de Germont se deben a su poca cultura. Procede de Provenza. Sobre el rol se cruzan ideologías y mentalidades, pero yo creo que tiene una mente muy simple. Mi personaje comete errores por su escasa cultura, es muy simple y sólo cree en la familia.

-No es poco.

-Ya, pero la ve con simpleza. Hice nueve producciones de «La Traviata» y en todas, aunque lo intentan presentar como un tipo complejo, queda como una persona simple. Tiene claves en su propia infancia. Es una hipótesis, pero creo que merece la pena analizarla con cierto detalle. En la novela de referencia, en «La dama de las camelias», este personaje no tiene apenas importancia. En la ópera, sin embargo, no. Por ejemplo, en el dúo con Violetta, se muestra muy agresivo porque la mejor defensa es un buen ataque. En ese primer dúo, aunque se muestra tan rígido, quiere ayudar a Violetta. Así lo veo yo al menos. Al final, en el tercer acto, comprende que Violetta necesitó en su día ayuda y que debió de dársela ya que él era la persona de mayor edad y experiencia.

-Verdi se ve como barítono e idealiza las relaciones paterno filiales porque no tuvo hijos, quizá por eso Germont...

-Cierto, la relación padre-hija es muy importante en Verdi. En «Rigoletto» y en «Simon Boccanegra». Y aun en «La Traviata» con Violetta, aunque no es ni hija ni nuera. No creo, sin embargo, que Verdi le dé demasiada importancia a Germont, al barítono, al propio Verdi en ese caso. Es secundario. No es coprotagonista. Todo empuja para que Germont no tenga importancia. Y es que, en realidad, no convence a Violetta sino Violetta a él. Ella comprende que lo mejor es renunciar al amor de Alfredo. Germont está lleno de contradicciones.

-Por ejemplo.

-Está muy orgulloso de su paternidad, pero habla de una hija que no sale en escena. No se sabe si la ha inventado. Busca ayuda porque su hijo va a destruir lo que él y su mujer construyeron. Pero todo lo hace mal. En el dúo tantea soluciones al drama, prueba qué efecto hacen en Violetta, circunstancia que queda especialmente de manifiesto en esta producción.

-Aun así, Verdi le reserva la mejor romanza de la obra.

-Lo sé. La música es fantástica, pero esa romanza no dice nada.

-Como corresponde a un egoísta sin valores.

-Verdi lo pone en evidencia en el segundo acto. No le da importancia dramática. Sirve sólo para hacer razonar al hijo. Le falta dramatismo.

-¿Cómo es su voz?

-Soy barítono lírico. Ahora no hay muchos barítonos dramáticos. Se buscan con agudo fácil y mucha sonoridad. Pero el color del barítono verdiano es menos frecuente. Sólo Carlos Álvarez.

-En su día, Manuguerra.

-Es otra generación. No así Carlos Álvarez. Y antes que Álvarez, Nucci. Y antes, Cappuccilli y otros muchos en Italia. Con mi voz, hace cincuenta años cantaría a Donizzeti. La mentalidad era muy diferente. También la orquesta.

-Da el físico de barítono.

-Mis mejores roles son «Il trovatore» y «Un ballo in maschera». «La Traviata» es difícil para mí. Verdi pinta un personaje viejo. Y la manera de decir es según el adorno musical denominado acciaccatura. Pero Germont según avanza la obra canta de otra manera, con ansiedad.

-Su formación...

-Primero estudié fagot.

-Que es el equivalente a barítono o bajo en la voz.

-Claro. Era muy bueno técnicamente, pero sin corazón.

-Usted es de...

-Del país de Puccini. Soy de un pueblo llamado Celle, de donde es original la familia de Puccini. Está a treinta kilómetros de Lucca, en la Toscana. Mi abuelo nació en 1895. Cuando era niño llevaba leña a la casa del maestro, a la casa de Puccini, pero era un fanático seguidor de Verdi. Decía que la música de Puccini era demasiado moderna. Se ponía una joroba y cantaba «lará, lará, lará», como en la famosa escena de «Rigoletto». Fue la primera ópera que conocí. A los 13 años. A mi hermano, buen tenor, enamorado de Mario del Monaco, le dieron un disco de «Rigoletto» con Callas, Di Stefano y Gobbi y como no le gustaba Di Stefano sino Del Monaco me lo regaló. Ahí empezó todo.