Aldo Ceccato -"uno de los pocos grandes maestros de la dirección orquestal", según su biógrafo, Martínez Seco-, explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el origen de su libro "Beethoven duemila" (segunda edición), una actualización de la obra sinfónica y coral del compositor alemán y un tratado ya clásico que "no empezó de mi parte, sino por un señor que se llamaba Richard Wagner, que a los 13 años tuvo la posibilidad de encontrarse con Beethoven y desde ese momento sintió una devoción inmensa por él".

Mas tarde, "en 1855, Wagner dirigió en Londres todas las sinfonías de Beethoven con un conocimiento total de esa producción, pero notó un montón de agujeros por la limitación de los instrumentos" en la época del compositor de Bonn.

El problema era "particularmente de los metales (trompas y trompetas), limitados en su registro de notas, que eran ocho, pero en sus intervalos no había sonidos". Dicho de otro modo, "Beethoven no pudo escribir todas las notas que el quería, pero diez años después de su muerte los instrumentos podían tocar todas las notas y Wagner se tomó la tarea en los conciertos de Londres de arreglar de manera lógica lo que Beethoven no había podido escribir".

Esa es la base del libro de Ceccato (Milán, 1934), que estuvo ayer acompañado en la presentación por Fernando Agüeria Cueva, catedrático de Composición y director del Conservatorio Superior de Música del Principado de Asturias, y por el citado Aurelio Martínez Seco, periodista, crítico musical y biógrafo del director de orquesta. Agüeria introdujo a Ceccato como director de las "principales orquestas del mundo, gran pedagogo en la dirección, y que, pese a la vorágine que lleva, ha tenido un hueco de una semana para trabajar con nuestros alumnos y orquesta del Conservatorio". Ello se traducirá en un concierto, hoy, "en Pola de Siero y otro el sábado en el Auditorio de Oviedo, a las ocho de la tarde". Por su parte, Martínez Seco repasó la formación musical de Ceccato, con directores como Franco Ferrara o Celibidache. En el director milanés se fusionan "una técnica absoluta, pero que huye de la rigidez; un guante de seda y un pulso de acero en alguien que es un aristócrata de la dirección", aseguró.