Oviedo, Eduardo GARCÍA

«No bebe, no fuma. Tiene carrera universitaria, es culto y, de puertas para afuera, educado. Pero cuando lo veía, me ponía a temblar de pánico».

María (nombre, evidentemente, supuesto) es una asturiana que hoy vive en Andalucía, en una de las casas de acogida de la Fundación Ana Bella para mujeres maltratadas. Hoy, «Día internacional contra la violencia de género», María cuenta a LA NUEVA ESPAÑA su caso, crudo y frustrante, como el de tantas y tantas mujeres a lo largo del país.

María vivía en Oviedo, tenía trabajo, estaba separada de su marido y un buen día, hace de esto unos cuatro años, conoció a una persona, profesional liberal. Inició una relación sentimental y fue la peor decisión de su vida.

«Un día me pegó una paliza que casi me mata». María tomó la (sabia) decisión de romper, pero lo que tenía que haber sido el final de una mala experiencia se convirtió en el principio de una situación que la descolocó físicamente y la deshizo emocionalmente. El inicio de una persecución obsesiva que parece haber acabado (aunque con los maltratadores nunca se sabe). María se pasó temporadas en el extranjero, escapando del que fue su pareja, se refugió dos veces en la Casa Malva, dependiente del Principado, en Gijón, y echó a la basura varios años huyendo literalmente de su agresor.

«Me presionó, me utilizó, me amenazó de muerte con un arma en la mano, me agredió, llamaba a mis padres, a mi ex marido, me dejaba notas en el buzón de casa para que supiera que lo tenía cerca... Tuve que marcharme de Asturias». En Andalucía pasó por varias casas de acogida, y allí sigue desde hace unos nueve meses, en una de las capitales andaluzas, aunque poco a poco María rehace su vida: «Me buscaron un alojamiento muy económico, cobro una ayuda y trato de trabajar en alguna cosa para ir tirando. Tengo proyectos y quiero montar una empresa».

Asegura María que «he perdido el miedo y se nota». Algún día sueña con volver a Asturias y recomponer una vida que se le hizo añicos a nivel laboral y sentimental. Hoy recuerda cómo llegó a Andalucía, psicológicamente machacada «y preguntándome cómo fue posible haber aguantado todo aquello. El agobio fue insoportable».

María ha sobrevivido a la obsesión de su ex compañero, aunque le hayan partido la vida por la mitad. Las estadísticas de víctimas mortales por la violencia de género en España ya incluyen 370 nombres y apellidos desde 2007 (más de 60 mujeres muertas este año, y alguna más que desgraciadamente morirá antes de Nochevieja). La cifra de muertes impresiona, pero hay otras estadísticas más ocultas, menos conocidas, las de los miles de mujeres que aguantan el miedo y se tragan la vergüenza. No salen en los medios de comunicación, se vuelven invisibles.

La Fundación Ana Bella, que recoge el nombre de la mujer que la echó a andar y que hoy la dirige, fue el pasado mes de octubre protagonista en Asturias de un hecho singular. Su promotora, madre de cuatro hijos que un buen día se atrevió a coger a sus cuatro pequeños y dar un portazo tras once años de maltrato doméstico, acompañó al premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional, Bill Drayton, en su visita a las unidades terapéuticas (UTE) de la cárcel de Villabona.

En aquel encuentro con los presos en los espacios de prisión libres de drogas, Ana Bella (así, sin apellidos) explicó su proyecto y acabó generando hasta lágrimas de emoción. «Hay dos millones de mujeres maltratadas en España y eso también es una cárcel como en la que hoy estamos», dijo micrófono en mano ante un centenar de reclusos y reclusas que participaron en el encuentro con Bill Drayton. «A las mujeres que sufrimos maltrato la sociedad nos quiere ver como víctimas, pero yo me veo como una superviviente. Podemos construir una sociedad en igualdad, podemos cambiar esa sociedad».

La Fundación Ana Bella tiene casas de acogida en Andalucía, Extremadura y Cataluña, y forma parte de la red internacional de emprendedores sociales que promueve Bill Drayton a través de la firma Ashoka (unos tres mil en todo el mundo), y que le valió el galardón de Cooperación Internacional en 2011.

Volvemos a María. Ella tiene una hija, ya mayor de edad. Los hijos condicionan, a veces para bien y a veces para mal. Por los hijos se aguanta todo, argumentan algunas. María no lo cree así. «Son los hijos los que te dan fuerza». La suya ya volaba sola «y la ausencia de alguien a tu cargo, alguien a quien proteger, hace que te falten las ganas de luchar».

Antonia Ávalos, responsable de comunicación de la Fundación Ana Bella, explica una «estructura pequeñita» que incluye casas de acogida, viviendas de apoyo, un sistema de consultas y ayuda que atiende unas 1.200 llamadas al año. «Todos somos machistas, también las mujeres. Cuando la mujer dice "las tareas de casa son mías porque las hago mejor" está ejerciendo una forma de machismo».

Día 20 de octubre por la tarde, en el interior de la cárcel de Villabona. Ana Bella, a secas, sin apellidos, la directora de la Fundación Ana Bella de ayuda a las mujeres maltratadas, en la fotografía, necesitó sólo dos minutos para explicar su caso (once años de maltrato, cuatro hijos y la valentía de poner punto final al drama e iniciar una nueva vida) a los reclusos. «Tenemos la obligación de ser un ejemplo de superación», reclamó a los internos de la UTE de la prisión asturiana, bajo la atenta mirada, entre otros, del premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación.