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Con vistas al Naranco

El emblema del Rolls-Royce

Las leyendas en torno al símbolo de la lujosa marca inglesa

Cavad y encontraréis el cielo

Henein, Georges

Instalado sobre el infortunio

Se vive con cautela y resignación

Del Pozo, Guillermo (HUCA, El desajuste)

Ha pasado por Las Caldas una caravana anglo-alemana de coches centenarios que me dejaron boquiabierto. El cameraman de televisión se regodeó, como hiciera Marcel Proust hace más de un siglo, en la imagen de un Rolls que siguiendo la tradición colocaba el emblema encima del radiador. Rolls-Royce es síntoma de marca y elegancia, que, por cierto, en su día daba solvencia a las piezas de la Fábrica de la Vega, estúpidamente clausurada. Esa homologación británica era orgullo sindical cuando Amador García y el comité de empresa defendían a todos los trabajadores armeros que citaba Clarín.

El nombre oficial del reconocible emblema es "Spirit of ecstasy" (el espíritu del éxtasis), figurilla con forma de mujer, inclinada hacia adelante, que extiende sus brazos hacia atrás. Fue conocida también, en tiempos de Aldous Huxley, como "Flying lady" (señora voladora), por el gesto que parece sostener, en la espalda, una tela que recordaría unas alas. También se llamó "The whisperer" (la que susurra) y el espíritu de la velocidad, "The spirit of speed", hasta ese definitivo "The spirit of ecstasy", que acaba de pasar fugazmente por Asturias.

Cuenta la leyenda que la inspiración para emblema fue la enigmática amante española del creador de la Rolls. Sí encuentro, pero en distinto tiempo, a otra atractiva española, Sonia Araquistain, amiga de Luis Cernuda y de Gregorio Prieto, poeta ella misma, que, adoptando la postura alada del emblema, se tiró al vacío desde el londinense edificio Bayswater, presa de amor fallido por un norteamericano. Gregorio, pintor valdepeñero y personaje de gran calidad, la recordaba como una joven escultural, extasiada e irrepetible. Rafael Martínez Nadal, que inauguró Tribuna Ciudadana / 1980, recogió su última voluntad: "Primero fui reptil, luego me erguí en cuatro patas, después gacela, ahora soy mujer. Mañana o pasado volaré. ¡No preocuparos, que yo ya puedo volar!". Un drama literario, sin duda, susurro/whisper, donde la ficción fue superada por la realidad que ahora susurra de nuevo, con su eterno retorno, el fatal asesinato sociolaboral de los 55 de Trubia, tan próxima a Las Caldas / Las Termas Altas clarinianas. Ese medio centenar largo de víctimas / héroes es, en cualquier caso y en cuota parte significativa, depositario histórico de aquella vetusta patente Rolls-Royce, que han despreciado de forma tan preocupante para la tecnología de Asturias los intrusos nuevos directivos y sus compinches, sean virginianos generaldinámicos o aún más próximos.

Proust quiso comprar un Rolls en un balneario de Normandía, el que pasó por Las Caldas pudiera ser el mismo por la fecha, pero aquí, mixtura de zafios modales de Virginia y consabidas torpezas de Madame Cospedal, suelen perderse oportunidades de hacer bien las cosas; de ahí esa inelegante sustitución de trabajadores armeros sin consideraciones ni mínimo respeto histórico.

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