Profesor de Historia de la Ciencia de la Facultad de Medicina

La fiebre tifoidea, también denominada fiebre entérica, es una enfermedad transmisible feco-hídrica provocada por ingerir alimentos en mal estado. El agente causal es una bacteria que pertenece al género Salmonella typhiy. El único reservorio es el hombre, que puede ser enfermo o portador. Se trata de la enfermedad más frecuente causada por los malos hábitos de higiene pública y privada, pues está estrechamente relacionada con las condiciones de saneamiento. Hasta un pasado reciente, este mal era uno de los padecimientos endémicos de nuestro país.

Los síntomas iniciales son indisposición general, fiebre alta y diarrea intensa. Con tratamiento adecuado cede, en caso contrario puede generar complicaciones importantes, incluso la muerte. La tasa de mortalidad antes de la introducción de los antibióticos era del 12%.

Antecedentes históricos. Desde la antigüedad se viene usando el término fiebre pestilencial, que hoy traducimos con cierto reparo por fiebre tifoidea. Se cree que la primera plaga de esta enfermedad haya sido en la guerra del Peloponeso, tal como lo cuenta el historiador Tucídides (V a. C.), momento en el que expone que la enfermedad era contagiosa y que podía pasar de persona a persona.

Asimismo, es probable que fuese la causante de detener el avance de los indígenas mapuches sobre Santiago de Chile en 1554.

Barcelona padeció en 1914 una importante epidemia, con 2.500 muertos, debido al agua de bebida procedente de Moncada. En la República Democrática del Congo se afectaron unas 42.000 personas en 2005, con 214 fallecidos.

Uno de los casos más llamativos corresponde a Mary Mallon, cocinera en Nueva York, en 1907, que contagió a 53 personas, con tres defunciones. Las autoridades de salud pública le impidieron seguir en el trabajo. No obstante, se mudó de zona y con un nombre falso continuó cocinando hasta que contaminó de nuevo a otros comensales.

Conocimiento científico. La denominación se la puso Louis, en 1829. Años más tarde, en 1856, Budd manifestó que su contagio era debido a beber agua contaminada con heces. El patólogo alemán Karl Joseph Eberth descubrió la bacteria en cuestión en 1880 y cuatro años después fue aislada por Gaffki. En 1897, Edward Wrigth Almroth preparó la primera vacuna antitífica, perfeccionada más tarde por el médico militar de Estados Unidos Frederick F. Russell, con la que se inmunizó a todo un Ejército en 1911.

Existe un estudio, ya clásico, de Max von Pettenkofer (1818-1901), quien llegó a la conclusión de que si en Múnich (Alemania) se conseguía mejorar el abastecimiento de agua potable y la realización de un buen alcantarillado dejarían de afectarse 17.349 casos y se evitaría la muerte de 510 personas al año. Además, se conseguiría un importante ahorro económico, al no haber pérdida de jornales por la enfermedad.

La Organización Mundial de la Salud refiere de 16 a 33 millones de casos anuales en todo el mundo con una mortalidad media de 216.000 personas. Por tanto, es un serio problema de salud pública. En la actualidad el tratamiento médico básico consiste en antibióticos (cloranfenicol, trimetropim-sulfametoxazol o amoxicilina). No obstante, la mejor manera es la prevención: el tratamiento adecuado del agua potable con eliminación correcta de excretas (alcantarillado).

La enfermedad en Asturias. Según nuestra documentación, esta enfermedad se padeció en diversos puntos de Asturias. El primer lugar contaminado, según cuenta Antonio Goñi, cirujano titular de Cangas de Tineo, fue Oviedo, en septiembre de 1790, por padecer un episodio de "fiebres malignas o pestilenciales". Enfermedad que calificaba de grave, pues muchos morían al tercer día.

Lo primero que planteaba era hacer disecciones anatómicas para localizar "dónde reside el humor". A continuación, indicaba la práctica de la sangría con aporte de quina al desayuno, comida y cena. También veía bien el pase con ganado vacuno para que con su aliento disipase las partículas malignas del ambiente. Por idéntico motivo aconsejaba quemar azufre, pólvora y plantas aromáticas en las calles, en las casas y en los aposentos de los enfermos.

En 1875 la había de manera permanente en Villaviciosa, con 66 enfermos sólo en enero, y en Piloña. En 1883 estaba presente en Las Regueras. También tenemos constancia del padecimiento en Avilés debido a la suciedad de sus marismas y a la cortedad de las tuberías utilizadas para las aguas sucias, pues en marea baja quedaban a la vista.

Uno de los brotes ocurrió del concejo de Siero, en concreto en Lieres, en 1857. Lo vamos a describir con cierta extensión porque contamos con el testimonio del médico municipal Higinio del Campo, a quien ordenaron su traslado hasta allí. En su primer escrito indicaba que:

Hace unos cuatro meses se empezó a manifestar en el barrio de la Roza de la indicada parroquia de Lieres y sin otra causa que la presumible, que la miseria y malos al par que escasos alimentos que usaban aquellos vecinos, algunos casos de fiebre que tomó el carácter de tifoidea. Hacinados aquellos infelices en miserables casuchas y durmiendo o reunidos en unas pajas o un ético jergón o en varias pobres camas en un mismo reducido aposento no tardaron en contraer la enfermedad unos en pos de otros, familias enteras y como ocurriese para su asistencia la caridad de sus parientes o vecinos, estos asistentes oficios fueron extendiendo la enfermedad.

Párrafo de indudable valor, ya que nos describe la escasa higiene que mantenían estos vecinos, cual era para él la causa del mal y el motivo de su fácil expansión. Días después manifestaba que era "transmisible por contagio mediato de individuo a individuo". En su opinión, la vía de entrada sería la aérea, puesto que existía "una infección de la espiración y perspiración del enfermo sobre la absorción cutánea y pulmonar del sano", y estableció que la duración de la enfermedad era de tres o cuatro semanas. Para intentar atajarla, aparte de su presencia, recomendó la constitución de una junta local de sanidad para conseguir, primero, fondos para socorrer a domicilio a los enfermos pobres y para la compra de ropas y cubiertas de cama. En segundo lugar, fondos para suplir las medicinas y medios desinfectantes que sean necesarios. Y tercero, fondos para componer los malos de las montañas de Lieres y Feleches, en Siero, dando así ocupación y alimentos a la gran masa de miserables que existen.

En resumen, referimos que esta enfermedad apareció durante el mes de julio de 1857 y se mantuvo activa hasta marzo de 1858. Mató a 12 personas (9 mujeres y 3 hombres). En su curación la junta local gastó 2.323 reales y 12 maravedís, el Ayuntamiento corrió con las costas de las medicinas, 1.098 reales, y con las dietas del médico, 3.300 reales.

Desde 1857 hasta 1928 tenemos registrados otros diez brotes distribuidos por distintos puntos del mismo municipio, aspecto que ratifica la endemia de la enfermedad.