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Rosita, la comadrona que trajo un concejo entero al mundo

Rosa Galán, que fue la única comadrona de Castrillón entre los años 50 y 70, se movía en moto, siempre con la vida a cuestas

Rosita, la comadrona que trajo un concejo entero al mundoJULIAN RUS

María Rosa Galán, comadrona. Las primeras manos que cogieron a cientos, acaso miles, de castrillonenses nacidos entre los cincuenta y los setenta del siglo XX fueron las de Rosita la comadrona, la única que tuvo el concejo durante dos décadas. Hoy tiene 92 años, una cuidada elegancia y una vida llena de pequeñas aventuras para traer gente a un mundo con carreteras imposibles, natalidad sin freno, alta mortalidad infantil y aún mucha miseria. Era la comadrona que llegaba en moto con la vida a cuestas.

"Antes no había no había consultorios ni nada de eso. Sólo había el número de teléfono de mi casa, que teníamos el 9, el 9 de Castrillón. Marcabas el número nueve y las Zapicas, que eran dos hermanas que se apellidaban Zapico y que estaban de telefonistas, los pasaban con nosotros. Aunque lo normal era que vinieran a llamar a la puerta. Así que yo iba a atender el parto a donde fuera. Podía ser a cualquier hora del día o de la noche. Yo llegaba, miraba a la señora y veía si estaba el parto lejos o cerca. Y, a lo mejor, les decía: voy a quedarme porque esto está lento y va atardecer. Así que a veces dormía con ellas, en un colchón de hojas de maíz. Me pasó de todo. Mire, voy a contarle una cosa. Un día fui a aquí, a atender a una señora aquí cerca, donde la Real Compañía. Llegué y miré. La señora estaba atrasada. Y me dijeron: ya, pero no puedes marchar. Eran dos mujeres las que estaban por allí y un hombre que estaba por la tierra. Y había un crío ya grandín, como de diez años o así. Y dice: ‘Oye, madre, pero aquí qué pasa, que hay dos muyeres y una no fae nada más que comer –una era yo– y la otra cose y hace unas cosas muy pequeñinas que no valen para nadie y otras, muy grandes, que sobran. La otra mujer era una modista que hacía el pijama del bebé y el camisón para la señora, que no tenía. Allí pasé todo el día. No marché hasta que nació el críu".

(Quien habla es María Rosa Galán Fernández, de 92 años. Se estableció en 1953 como enfermera en Castrillón junto con José Lino Galán –conocido como Pepín el practicante–, el segundo de sus cinco hermanos. Hasta los años setenta atendió todos los partos de un concejo que en aquellas dos décadas pasó de 8.000 a 13.5000 habitantes y tenía un índice de natalidad en nada comparable con el actual. Ahora todos la conocen como ‘Rosita la Comadrona’. Las primeras manos que sintieron miles de castrillonenses en su vida fueron las de Rosita. Dice su hija, María Rosa Díaz Galán, también enfermera, que pasear con ella por la calle es un continuo saludar de vecinos que la recuerdan y le expresan su cariño).

"Yo qué sé cuántos partos pude asistir. Cientos, cientos. Hubo de todo. Incluso los hubo debajo de carros. A alguna gitana la ayudé a parir debajo del carro. Y otras, las que tenían un carro mejor y cubierto, las ayudé a partir encima. Te llamaban o venían a buscarme a casa: ven por Dios, que está de parto. Y como no tenían cama, ni casa, ni nada, por tener un techo, allí las atendía, debajo del carro. Poníamos un saco en el suelo y parían y hala. Muchas veces yo les llevaba también ropa para los niños que me daba la gente para ellas".

(Rosita Galán, nombrada en 2017 ciudadana ejemplar de Castrillón, es hija de un alcalde del concejo. La familia tenía un comercio de ultramarinos y bar en Piedras Blancas, donde también había pensión. Pasó por las escuelas de Arnao, luego fue al instituto Carreño Miranda de Avilés y más tarde estudió enfermería en Valladolid)

"Como terminé los estudios con 19 años, luego estuve de meritoria en la Gota de Leche de Gijón, allí me dejaban mirar los partos. Pero sólo mirar. Y así estuve hasta que cumplí los 21 años, cuando ya empecé a trabajar. Mi hermano y yo trabajábamos juntos. Además, te los partos, también pinchaba".

(La tuberculosis, muy extendida en aquellos años, la obligaba a poner inyecciones intramusculares de penicilina al paciente cada seis horas. Fueron tiempos difíciles, sin apenas comunicaciones. Con disponibilidad los siete días de la semana y las 24 horas del día. Sin apenas medios, hirviendo el escaso instrumental en una pota. El precio de la asistencia al parto era de 66 pesetas).

"Recorría todo Castrillón, a veces me llevaban a caballo, cuando no había otra forma de llegar. Alguna vez me llevaron a cuestas para pasar, de noche, en una caleya llena de baches y donde no se veía nada. Fue en Soto del Barco. Primero iba en bicicleta, luego también compré una moto, una Lube de 125 cc".

(Y en esa moto tiene una foto con su amiga Tina, a la que conoció en el instituto. Rosita aparece con unos pantalones bombachos. Ni era común ni estaba bien visto que en aquella época en España que las mujeres llevasen los pantalones. Se los había dejado Tina, que era emigrante en Francia. Allí las cosas eran diferentes. Luego ya Rosa encargó que le hicieran más pantalones. En moto mandaba la comodidad. Aquella Lube no sólo le aportó movilidad e independencia. También propició un cambio muy relevante en su vida)

"Yo por entonces estaba soltera y sin novio. Pero el novio mío salió pronto. Era de San Esteban de Pravia y, entonces, al verme a mí en moto, se ve que le gustó. Le gustó que fuera en moto porque él tenía también una moto, que era una Rieju. Sí, éramos moteros".

(Su novio, Pedro Ricardo Díaz de la Noval, andaba en moto porque en casa tenían carnicería y la usaba para ir a los pueblos a comprar xatos. Con el tiempo, se convertiría en su marido. Cuenta Rosita la comadrona que en el Castrillón de aquella época hubo muchos niños llamados Pedro y Rosa por el guiño cariñoso que los nuevos padres hacían a quien había ayudado a traer al mundo a su bebé. Pedro y Rosita, los originales, tendrían dos hijos, Pedro José y Rosa María. Pero no fue fácil)

"Uuuy, yo estaba loca por tener hijos. Entonces había tanto partos y yo no tenía… Las familias decían: bueno, otro crío más. La gente tenía muchos. Les venían. No es como ahora, no tenían protección. Y yo les decía en broma: si no lo queréis, me lo llevo yo. Tardamos once años en tener hijos porque perdí cuatro y una niña murió a las cinco horas. Nos costó mucho trabajo conseguirlos. Fue por ignorancia. Yo, por entonces, estaba trabajando en el ambulatorio de Llano Ponte, en la Seguridad Social, y estaba en accidentes de trabajo y enfermedades profesionales haciendo las placas de rayos X. Pero no llevábamos protección ni nada, no había mandiles de plomo ni nada de eso, como hoy. Así que en cuanto me quedaba embarazada, abortaba. Entonces, como no conseguía ninguno, me dijeron que por qué no iba a Botella, a Madrid, un ginecólogo muy reputado (José Luis Botella Llusiá, fallecido en 2000, presidente de honor de la Real Academia de Medicina desde 1994 y tío segundo de Ana Botella, exalcaldesa madrileña, esposa del expresidente Aznar). En cuanto Botella me preguntó que en dónde trabajaba me mandó poner protección. Entonces había mucha ignorancia. A un médico que trabajaba con nosotros en rayos X le tuvieron que amputar todas las falanges. Todo por la falta de protección".

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