Lulas y el pueblo que supo tirar del carro

Lulas Rodríguez Somoza Profesora y artista. Nacida en Vegadeo en 1974, es licenciada en Bellas Artes y profesora en el Instituto Elisa y Luis Villamil de Vegadeo. Es la creadora de la vaca "Silvallana", símbolo del concejo, y preside la asociación As Quintas de El Franco, que ha conseguido convertir esta sala de arte de La Caridad en una referencia regional.

ASTURIANOS EN VEGADEO: María Luz Rodríguez

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Lulas Rodríguez Somoza. Profesora y artista. Nacida en Vegadeo en 1974, es licenciada en Bellas Artes y profesora en el Instituto Elisa y Luis Villamil de Vegadeo. Es la creadora de la vaca «Silvallana», símbolo del concejo, y preside la asociación As Quintas de El Franco, que ha conseguido convertir esta sala de arte de La Caridad en una referencia regional.

A María Luz Rodríguez Somoza (Vegadeo, 1974) la conocen como "Lulas". El mote se lo puso su abuelo, que renombraba a su manera a todos sus nietos. Esta licenciada en Bellas Artes, profesora del Instituto Elisa y Luis Villamil, preside además la Asociación de Amigos de As Quintas, de El Franco. Es la entidad que gestiona la sala de exposiciones de La Caridad que, bajo los auspicios del escultor franquino Herminio –cuya calidad artística y personal Lulas no se cansa de elogiar–, ha conseguido brillar en el panorama regional y atraer al Occidente muestras de los principales nombres del arte contemporáneo asturiano y, algunos, del ámbito nacional.

Lulas reside en La Caridad, aunque nació y trabaja en Vegadeo, a cuya vida social y cultural está muy vinculada. Es autora de la escultura ilustrada de la vaca "Silvallana" que se ha convertido en el símbolo del municipio y que está colocada en el parque del Medal, aunque originalmente la diseñó la feria de muestras veigueña como un homenaje a los siete usuarios que había entonces en el centro de día. La vaca está cruzada por siete líneas de colores. El siete, por razones que se leerán, es un número que aparece en todas las creaciones de esta artista y profesora.

Siete hermanas y con ocho, basta

"Somos siete hermanas y un hermano. Yo soy la séptima. En trece años nacimos los ocho. O sea, todos seguidos. El tercero que tuvo era un niño y les murió al nacer. Y yo creo que hasta que no consiguieron el niño… Y al octavo salió. Venía mal, con el cordón umbilical envuelto, pero el médico, que era vecino nuestro, lo revivió. Todos nacimos en casa. Mi madre siempre contaba que cuando nació el último, el médico se puso tan contento que marchó a celebrarlo al Pachico. ‘ Yo creo que ni me cortó el cordón umbilical’, decía mi madre siempre de broma. Porque era una fiesta en el pueblo que El Chusco hubiera tenido un niño. Mi padre era de Casa Chusco del puente p’allá. Mi padre y mi madre eran de los que se conocieron en La Pista. Eso pasaba mucho. La gente de Vegadeo ligaba con los chicos de los pueblos de cerca. Y él era de Santalla de Vilausende. Soy mezcla de gallego y asturiana. Mi padre se llamaba José Antonio y mi madre era Emilia, la llamaban Milina. Ella era de Vegadeo. Mi padre trabajaba en Tablicia una empresa gallega, en Lugo, de tableros de aglomerado. Era jefe de compras. Compraba madera para la empresa. A veces, de pequeñas, nos llevaba a ver bosques, a valorar la madera. Los dos murieron ya. Mi madre, el pasado noviembre. Mi padre murió con 57 años. Cuando enfermó, tendría yo veintitantos. Yo tengo ahora 48. Tengo ya una edad, aunque en la familia siempre voy a ser la pequeña".

¿Y era bruxa?

"En mi casa debe haber una tendencia a que nazcan muchas mujeres. La abuela, por parte de mi madre, que murió joven, yo no la conocí, ya tenía nueve hermanas y no sé cuántos hermanos. Así que yo, en Vegadeo, tenía como seis o siete tías abuelas en el pueblo en diferentes barrios. Cuando llegaba Reyes, era como una excursión ir por todas las casas recogiendo los regalos. Las llamaban ‘As galegas’ porque habían venido de Monforte de Lemos y eran muchísimas hermanas. Todo se debe heredar, sí. Cuando fui a estudiar a Pontevedra, me dijeron que no sé en qué libro de Camilo José Cela se decía que cuando nacían tres generaciones, si había siete mujeres seguidas, la séptima tenía algo de bruja. Yo siempre me preguntaba si mi abuela había sido la séptima de todas las hermanas. Un día, mirándolo en un libro de familia donde apuntaba mi bisabuelo todo, vimos que no, que no era la séptima".

"Yo nací en el barrio de La Abraira ded Vegadeo. Cuando tenía siete u ocho meses, mis padres compraron el segundo piso de una casona en el centro del pueblo, en la calle Armando Cotarelo. Imagínate, éramos un montón de hermanas y mi infancia era por el pueblo, por la calles, estábamos todo el día fuera. Y en el centro del pueblo, que no podías hacer nada porque mi madre nos tenía vigiladas. Vamos, era un radar, sabía perfectamente dónde andábamos. O lo intuía".

La edad de las Nancys

"Yo nací en 1974. Aún estaba el Liceo, que era el antiguo instituto. Los profesores eran pagados por el Ayuntamiento. Todavía no habían hecho el instituto actual. Era como todo más familiar. Teníamos otro tipo de vida. Ahora, con las nuevas tecnologías, hasta la forma de comunicarse es diferente. Salíamos todas las hermanas juntas, íbamos todas caminando solas al colegio. Ahora es impensable que un niño de seis o siete años vaya solo al colegio. Nos tirábamos en el parque horas y horas, jugando a la marola, a las piedras, cosas normales en aquella época. Ahora todo es muy distinto. Yo no sé si es que espabilan antes o qué. Ahora tengo una hija 14 años pero, bueno, yo con esos años estaba en octavo y todavía jugaba con las Nancys si te descuidas".

"Estudié Bellas Artes en Pontevedra. No sabía muy bien qué hacer, pero desde pequeña me gustaba dibujar. La formación era muy distinta a la de ahora. A mí me dio dibujo quien me daba también Latín. Estudié Bellas Artes un poco por casualidad, por una chica que era la tutora que me habló de la carrera. Entonces yo no conocía a gente del pueblo que hubiera ido a hacer Bellas Artes. Conocía a César Montaña, que era el escultor del pueblo y para mí lo máximo, pero nada más. Fui a estudiar a Pontevedra. Recuerdo que iba con una carpeta con folios, con mis dibujos a lápiz de fotos copiadas. No tenía más técnica que esa, con los lápices amarillos y negros de toda la vida. Cuando llegué, me sentí pequeña no, lo siguiente. Me acuerdo que me pusieron un tutor y me hablaba del difumino. Y yo no tenía ni idea de lo que era un difumino, ni una plomada ni un carboncillo hasta que llegué allí. Es verdad que ese choque sí lo noté. Y es, quizá, una de las razones por las que me dedico a la enseñanza y en esta zona. La razón por la que me quedé en Vegadeo. Para que a los alumnos no les pase lo que me pasó a mí".

Las buenas personas

"Por privado podías ir a clase de pintura, que tampoco había mucho en Vegadeo. Pero en la enseñanza pública no. En mi época, la plástica era la maría. Y los profesores, por lo menos en las zonas rurales, no estaban preparados. Yo creo que la educación, aún hoy, trata muy mal al mundo del arte y a la música. Son pocas horas y creo que cada vez se le da menos importancia. Pero es una asignaturas importante. Entiendo que no es instrumental y entiendo que no tenga las mismas horas que otras, pero creo que se le da menos valor y cada vez quitan más de ahí. Es otro tipo de enseñanza, en valores. Yo me digo que si consigo que los alumnos tengan más sensibilidad artística serán mejores personas. Eso lo tengo seguro".

"Cuando saqué la oposición había plazas de más sitios, pero por cuestiones personales elegí Vegadeo. Siempre fui muy veigueña y todos los fines de semana venía mientras estudiaba la carrera. Estaba en las asociaciones, en las comisiones, daba clases de pintura por los pueblos... Siempre estuve muy vinculada".

"Cuando me preguntan por Vegadeo, la verdad es que no es el pueblo más guapo del Occidente. Los hay más guapos. Castropol, por ejemplo. Pero es el que más vida tiene. Tapia, por ejemplo, por supuesto que es más bonito y en verano duplica la población, pero en invierno no tiene el ambiente de Vegadeo, la unión de sus gentes. Siempre digo que, de Vegadeo, destacaría la unión de sus gentes. No que no haya rivalidades, que las hay, políticas y en todos los sentidos. Pero cuando hay algo para tirar del carro, se olvidan de esas rivalidades. Lo tengo demostrado y veo que todos empujan para hacer cosas. Hay un tejido asociativo desde siempre. Muchísimo en deporte, tanto fútbol, como las peñas, como el remo, el bádmington –que están ahora con un montón de éxitos–, y también en el aspecto cultural. Me acuerdo de pequeñita que íbamos al teatro en Vegadeo, que venía el Teatro Talía, de Madrid, ahí en la explanada, cuando estaba el recinto ferial".

"Siempre se trabajó muchísimo por el arte o por la actividad cultural. No sólo en Vegadeo, en toda la comarca. Es más, creo que hicimos siempre mucho más en las zonas rurales por el arte o por acercarnos a lo que hay en la ciudad que al revés. Por ejemplo, al Foro Comunicación y Escuela (que desde hace quince años impulsa Luis Felipe Fernández en el Instituto Elisa y Luis Villamil) se trajeron personalidades de todo tipo, de la cultura en todos los sentidos. Y a lo mejor en las ciudades no nos tienen tan en cuenta. Vendemos mucho los de los museos, que nos tenemos que acercar a las gentes. Y para cuatro institutos que hay en el Occidente, por cuatro que hay en todo el Oriente, no entiendo cómo los museos, cuando organizan sus actividades y talleres, no guardan un espacio para algunos de esos centros. No digo que los del centro no tengan que ir, pero esos alumnos van a tener siempre más acceso. Todos los años llevamos a los alumnos de primero de la ESO al Museo de Bellas Artes de Oviedo. Pues, aunque no lo creas, muchos es la primera vez que se acercan a un museo".

El efecto Ribadeo

"La caída demográfica claro que se nota. Cuando empecé en el Instituto de Vegadeo, hace veinte años, éramos eran casi 800 alumnos y ahora no llegamos a 400. Por algún lado tuvo que notarse el tirón de Ribadeo. Con el Puente de los Santos se perdió, perdimos todo el Occidente. Nosotros en Vegadeo no tenemos grandes superficies, no tenemos grandes empresas. Ahora está, ahí a la entrada, el astillero (Gondán) y es verdad que algo se notó. Pero nosotros no tenemos grandes empresas que nos ayuden a crecer, como Navia con la papelera. Ribadeo se ha convertido en una ciudad. Pero aún así, Vegadeo todavía tiene mucha vida. Tiene el mercado de los sábados, tiene mucha caída de los pueblos de los otros concejos de la comarca. (Castropol, los tres Oscos, Taramundi y San Tirso de Abres). En el instituto tenemos la suerte de tener un alumnado no solo de aquí, sino de esos concejos. Y creo que eso mantiene al pequeño comercio un poquito más que en Tapia o Castropol, donde quizá tampoco tenían esa cultura del comercio o de la feria de muestras, como nosotros".

Cómo parar el despoblamiento

"Taramundi lo hizo muy bien en la parte de turismo. Y Los Oscos también tienen su encanto. Pero también los veo morir, ahí las cosas se están perdiendo. Hay intentos de recuperación pero no sé si alguien conoce el truco para acabar con la despoblación, porque al final es algo generalizado en toda Asturias. No sé si en el Occidentre estamos más olvidados que el Oriente, pero sí que hay cosas que no llegaron aquí. Y no sé si fue culpa nuestra o culpa de que no llegaron las ayudas. Y si me voy a mi parte, la parte del arte, ¿a mí me falta en Vegadeo? Pues, por ejemplo, que no hayamos conseguido hacer la casa museo de César Montaña, esa casa de campo que la tenemos ahí abandonada. Se intentó en su momento con la familia, estaban dispuestos a donar obra pero al final no se pudiseron todos de acuerdo para tirar adelante por eso. O la senda de los 12 puentes. Es otro proyecto que empezó muy bien, que es muy interesante. Es una manera también de darle vida al pueblo a través de esas esculturas (una en cada puente) pero que muchas ellas habría que repararlas o terminar de colocar algunas que nunca llegaron a ponerse. O la misma sala de exposiciones ‘Luis Fega’, a lo mejor me falta esa vida cultural, el empuje que tiene la de As Quintas, en La Caridad. Yo tiro para Vegadeo y para lo mío, pero en general no sé si el Occidente somos los más abandonados. Tengo la sensación de que cuando nos necesitan tengo venden muy bien el Occidente, pero a veces no se rematan las cosas".