Oviedo, L. Á. VEGA

La gran espina clavada de José Pérez Díaz, «Pepe el del Popular», es no haber estado junto a su madre cuando ella falleció en 1993, dos años después de haber emprendido la huida tras cometer presuntamente un desfalco de 6.050 millones de pesetas en la sucursal del Banco Popular que dirigía en Puertochico, Santander. La biografía de Pepe el del Popular (Linares, en el concejo de Allande, 1951), detenido el miércoles en México tras 18 años de escapada, es la de un cautivador. Un hombre que dejó amigos por donde quiera que pasó. Hasta tal punto que alguno de sus estafados está dispuesto a invitarlo a comer.

José Pérez nació en una familia humilde de artesanos, muy querida en los contornos. Su padre, ahora ya nonagenario, era «ferreiro» y uno de sus cuñados es carpintero. El joven Pepe fue un estudiante brillante en Corias. Fue en esta época cuando sufrió el accidente por el que perdió el dedo corazón de la mano izquierda. Ocurrió durante la Descarga de Cangas, cuando tiraba un volador. Tras sacar el Bachillerato se trasladó a Sevilla, para estudiar una ingeniería. Fue allí donde inició un romance con la que luego sería su esposa, Esperanza Murillo. Antes de que él acabase los estudios, la pareja estaba de camino a Asturias para casarse. Pocos meses después nacería el primero de sus cuatro hijos.

En Asturias, Pepe el del Popular se vio obligado a buscarse la vida. Fue la oportunidad para demostrar sus excepcionales dotes de comercial. A bordo de un Seat 600 recorrió toda Asturias y literalmente la inundó de unos ceniceros de cristal verde macizo con forma de manzana. Como suele decirse, no hay malos productos, sino malos vendedores, y Pepe era de primera.

Un primo suyo que dirigía la sucursal del Banco Popular Español en Tineo supo ver sus dotes y lo contrató. Después de acabar la jornada laboral, por las tardes, José Pérez se dedicaba a captar clientes en la zona rural del Suroccidente. Subía a brañas perdidas, hoy abandonadas, y convencía a los paisanos para que comprasen los productos del banco.

Pero no sólo eso. Pepe el del Popular no perdía la oportunidad de hacer todos los favores que podía, prestándose a hacerles todo tipo de trámites en Cangas y Tineo o llevándolos al médico. Era lógico que fuese muy popular y que aún se acuerden de él con cariño. «Tiene una gran dimensión humana», asegura una persona que lo conoce.

Sus tías tenían un restaurante en Campiello, donde servían pote, jamón asado y natas vaqueiras. Pepe, un tipo de gustos muy sencillos, se pirraba por el pote. Era su mayor placer, según aseguran quienes lo conocían. Hacía cualquier cosa por darse ese gusto, incluso cuando estuvo en Santander, y quién sabe si después, teniendo en cuenta el amor que sentía por su familia, por Linares y por Asturias.

De la sucursal de Tineo pasó a la de Aller y más tarde a la de Gijón. Fue en esta época cuando pudieron comenzar los problemas, según afirman los afectados por el desfalco en Santander. Pepe, sospechan, concedió unos préstamos a unos madereros que resultaron fallidos y para que no se descubriese montó su banca paralela, que luego en Santander crecería de forma exponencial, con las conocidas consecuencias.

Dicen quienes lo conocen que «es el mejor comercial de España» y que no sería raro verlo resurgir de sus cenizas «si tiene salud y no le pasa algo». Tiene la pasta necesaria para brillar, añaden. «Aparte de inteligencia, todo el mundo lo adora, es una persona especial que engancha», aseguran. Un cautivador nato.

Si no se tuerce algo, pronto estará en España. «Algo debía temer, y no precisamente la cárcel, para marcharse con un pasaporte falso e iniciar una nueva vida en México. En Santander lo dejó tirado mucha gente a la que ayudó, y que luego hablaron mal de él», sostiene una persona que lo trató en el pasado. «No había cosa más dura para él que separarse de Asturias y de los suyos», añade. Y si lo han pillado, añade, es porque «le dio la gana».

La muerte de su madre lo marcó profundamente. Desde entonces, hizo varios intentos por ver a su familia. Y según confesó el viernes en una entrevista telefónica con LA NUEVA ESPAÑA, lo consiguió. Quién sabe si viajó incluso a Asturias. Él, desde luego, se acuerda del pueblo que lo vio nacer. Lo pidió desde el penal de Veracruz donde ha acabado dando con sus huesos: enviar un abrazo a sus parientes y a sus amigos de Linares.